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Cinco razones para recordar a Leo Casas Ballón

Publicado: 2024-07-16

Partió Leo Casas Ballón, durmiendo, sin avisar ni molestar. Como cantó alguna vez don Atahualpa Yupanqui: “a su corazón cansado, se le acabó el compás”. Fue precioso su velorio en casa, lejos del mundanal ruido de la limeñísima Lima, allá por Vitarte-Ñaña. Julia, su esposa, cantó con Roberto Wangeman, y varios de los amigos asistentes, algunas de las canciones preferidas que aprendió de Leo y con él, con el acompañamiento de Julito, su último hijo y ahijado y otras voces como las de Margot Palomino, Urpi Portugués, y una señora mayor que cantaba en quechua y castellano tocando su guitarra al lado de Julito. Un conjunto de Sikuris, lo despidió.

El recorrido de Leo Casas por los Andes y todo el Perú, comenzó en Mollepata, su tierra de nacimiento, en la provincia de Anta, cerca del Apu Sallqantay, en la cordillera de Vilcabamba. El quechua y la música dejaron en él sus huellas profundas. Una mandolina y su voz hicieron el resto para conquistar el mundo, con su sencillez, su barba blanca de San Pedro (pero muy cuidada), su canto alegre, divertido, con versos tibios y picantes; su seriedad, ensimismamiento y ternura con la poesía quechua que se canta y traduce desde tiempos de Arguedas para que peruanas y peruanos de otros hablares se conmuevan con sus sentimientos y emociones profundas. Anduvo por el valle del Mantaro, Ayacucho, provincias altas de Lima, Ancash, el callejón de Huaylas, Conchucos, Huancavelica, Puno, y parte de la costa, recogiendo en cada lugar música y versos de canciones. Bebió de la fuerza colectiva de los ayllus, la danza de las tijeras, el yarqa aspiy-fiesta del agua en Puquio- Lucanas-San Juan de Lucanas-Viseca y Arguedas, lo tomaron por asalto para no soltarlo nunca más. Allí, hace 40 años, con músicos, cantantes como Jorge Tincopa y Fabio Auccasi y el apoyo amoroso de Carlitos Gutiérrez, formó el grupo Perqa-perqa (pared, pared).

En este breve homenaje de despedida quiero ofrecer cinco razones por las que debemos recordar a nuestro Leucha-Leíto.

1. Su aporte desde escenarios y peñas de Lima con Roberto Wangeman, músico (y economista formado en la Universidad del Pacífico; ambos con caras de español y alemán, barbudos, altos, cantando waynos en quechua en el dúo Sarwa (luego en Sallqantay-Cordillera). Recuerdo que en Villa El Salvador, en casa de Fortunato Anchita, con la calle cerrada para celebrar un año nuevo andino con una ofrenda a los Apus en Pachacámac, se presentaron los dos (con Leo, su mandolina y Roberto, su clarinete, saxofón y quena) y al oírlos cantar en quechua los salvadoreños de la curva del diablo preguntaron “¿de dónde salieron estos San Pedro y San Pablo?”. Eran de otra estirpe, de esa caja de sorpresas que es el Perú.

Después, siguió cantando con su mandolina hasta que dio la sorpresa de aparecer acompañado con la guitarra de su hijo Julito. Entre tanto, trabajó en varias instituciones dando lo suyo: su saber andino.

2. Su camino como arguediano de decir y hacer, para contagiar su entusiasmo a quien lo escuchase y leyese sobre Arguedas escritor, antropólogo y poeta, cargado con las esencias de nuestros pueblos con el horizonte abierto por Manuel González Prada y de Mariátegui.

3. Su enorme tarea de comunicador en el programa de radio “Tierra fecunda”, (CEPES y Radio Unión) y para recoger centenares de canciones, leyendas, en voces de peruanas y peruanos que cantan como parte de sus vidas, lejos del mundo de artistas y el mercado de la música.

4. Sus 50 años de cultura andina quechua, música, mandolina y canto; de su presencia como “traducidor”, maestro de ceremonias, profesor de quechua.

5. Finalmente, para quienes fuimos sus amigos en varios circuitos de amistad (cercanos y lejanos), nos alegró la vida, cantado noches enteras, sin repetir canción alguna, desde la emoción más profunda con la poesía quechua que se canta, hasta la riza abierta y cómplice con los versos quechuas del puqllay-carnaval, y con su palabra siempre de aliento, alabanza y gratitud por la amistad.

Su hijo Julio-Julito, guitarrista ya maduro, tomará la posta musical de su padre. Que su recuerdo, el cariño de sus hermanos, de Julia, los amigos de hoy y los que vengan, lo acompañen en ese largo, difícil y precioso camino de todas las músicas.


Escrito por

Rodrigo Montoya Rojas

NAVEGAR RÍO ARRIBA


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