50 años son muchos, se acercan a una vida. Llenarlos con una vocación colectiva sin fisuras y a prueba de balas por el teatro, a tiempo completo y dedicación exclusiva, marcando siempre el rumbo de sus propios vientos, con una inagotable capacidad creativa, podría ser un buen modo de enternecer el abrazo que merecen Miguel Rubio, director; Teresa Ralli, Rebeca Ralli, Ana Correa, Débora Correa, Julián Vargas y Augusto Casafranca (fueron los primeros y siguen juntos); luego, Amiel Cayo, Fidel Melquíades y Jano Siles, y otros que vendrán. Los unió su pasión por el teatro, por las ganas de dedicar sus vidas a esa pasión, cueste lo que cueste, a tiempo completo y dedicación exclusiva. Así fueron creciendo y, paso a paso, tuvieron una casa; luego otra, la del jirón Tacna en Magdalena, reconstruida con una gran sala teatral, espacios para instrumentos musicales, vestuario, máscaras; una sala de exposiciones, una cafetería, un patio de flores. Rincón de teatro, de investigación, de búsqueda, de fraternidad y de cariño.

Desde el comienzo buscaron un teatro colectivo, de palabras, cuerpo, movimiento, que reclama un espacio mayor en las plazas y calles, para acercarlo al pueblo porque esperar que el pueblo vaya al teatro para ver solo piezas europeas y unas pocas de un teatro peruano y latinoamericano tenía poco sentido para ellos. Buscar lo peruano desde sus raíces y profundidades es el sello de la casa. El suyo es un teatro sobre la memoria, como componente esencial para saber quiénes somos, que a pesar de ser del mismo barro somos diferentes, como dice un viejo proverbio maya.

Cuando comenzaron, el Perú cambiaba de rostro. Abrieron el camino las tomas de tierras de 1962, seguidas por dos movimientos guerrilleros, reformas agrarias y unas ganas de libertad que brotaron por todas partes y la aparición de nuevas organizaciones de izquierda. A los militares se les ocurrió dar un nuevo golpe militar con una triple novedad: apropiarse de las consignas de izquierda, definirse como socialistas; llevar más lejos las tomas de tierras con su reforma agraria y otras reformas, y gobernar desde arriba como siempre, relegando al pueblo a seguir órdenes y evitando toda posibilidad de información y control de cómo gobernaban y gobernaron. Un nuevo golpe militar en 1975, contra el propio Velasco Alvarado, trató inútilmente de restaurar el viejo orden. Como siempre en el pasado, continuó la corrupción.

En esos tiempos revueltos, el grupo Yuyachkani inició su larga marcha, paralela a la llegada de la música ayacuchana a Lima y a casi todo el país. Hoy, los tiempos son aún más revueltos y graves con la democracia mostrando toda su insipiencia con dos golpes más, cuatro presidentes y dos congresos en cinco años, las derechas embruteciéndose sin medida, sacando de debajo de la alfombra todas sus miserias reunidas en los últimos casi quinientos años y enviando a sus hordas a las calles, de esas que muestra un color blanco y aparentemente rubio con palos y banderas peruanas como armas de combate.

Entre estas tormentas y nieblas, aparece la esperanza del profesor Pedro Castillo, su sombrero y su lapicito, su color de tierra andina, su castellano simple y claro, pero directo y comprensible en los predios de abajo, ahí donde el refinado castellano de las mal llamadas “élites” es simplemente incomprensible. “No más pobres en un país rico” y “Palabra de maestro” son mensajes que no necesitan explicación ni interpretación auténtica. Por eso despiertan millones de “ojalá”.

Peregrinación I. Prefiero nombrar como peregrinaciones a los viajes que nuestros yuyas hicieron por los Andes para sentir y conocer ese otro Perú que la limeñitud trataba de negar y esconder. Peregrinar significa ir a un lugar, con respeto, amor y devoción. Peregrinos son los católicos que van a la fiesta del Qoyllu Riti en Cusco, y los ukuku (osos, jóvenes) que suben hasta el nevado con una ofrenda a los apus para convertirse luego en altumisayuq o sacerdotes quechuas. Por extensión, peregrinos son los yuyas que fueron y van a buscar las raíces peruanas allí donde se lucha por una causa justa, allí donde se celebra una fiesta grande o pequeña, católica u originaria recreada. Intuyo que Arguedas era el guía en esas peregrinaciones tanto de los yuyas como de los otros numerosos grupos de teatro que en las muestras nacionales comenzaban y cerraban sus piezas con citas de Arguedas. Se trató de un descubrimiento de las raíces del Perú que inspiran amor y respeto. Es el mismo descubrimiento de l@s antropólog@s que nos hundimos en la realidad para sentirla en todos sus hervores.

Puño de cobre (1971) fue la primera pieza propia de nuestros yuyas, a partir de la masacre de mineros en Cobriza, por el gobierno militar y sus “coroneles de izquierda”. (Cobriza es una mina, aún en actividad en Huancavelica. Le siguió una versión teatral de la novela La Madre, del escritor ruso Máximo Gorki, 1974. Luego, Allparayku (por nuestra tierra) una creación teatral a partir de las luchas por la tierra, las tomas de tierras en Andahuaylas y los testimonios de primera mano de Lino Quintanilla (1978). En Allparayku aparecen el quechua, la tierra como bien perdido, recuperado, cantando y bailando un puqllay (juego, parecido al carnaval) y con una invitación a los espectadores para bailar con los músicos actores y compartir la alegría de sentir que la tierra vuelve a las manos de sus dueños originarios.

Continuaron las peregrinaciones de nuestros yuyas, sin pausa ni reposo; abrieron más sus sentidos y se enriquecieron cuando como parte del Movimiento Teatral Independiente (Motin) estuvieron presentes en cada una de las muestras nacionales en Lima, para aprender de los centenares de piezas presentadas por los grupos de todo el país, no solo en las funciones de teatro sino también en las mesas de críticos y en las sesiones matinales de entrenamiento y reflexión. Con el Motin, el nuevo teatro salió de Lima buscando no solo las capitales de departamentos sino también provincias como Lucanas, Puquio, Andahuaylas, Yurimaguas, para hacer ese teatro de plazas y calles, como en tiempos incas y coloniales. En los últimos 20 años del siglo XX fue inevitable que los grupos vieran, sintieran y trataran la violencia producida por la confrontación entre Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), de un lado, y del otro, de las Fuerzas Armadas y policiales. En esa mirada teatral apareció el Perú de monolingües quechas en disputa con los monolingües castellanos del Perú oficial, con los hijos bilingües de intermediarios para que sus padres se expresen.


Nuestros yuyas, en su madurez

Confieso que Encuentro de zorros (1985) y Contra el viento (1989) fueron y son las piezas en las que nuestros yuyas mostraron su capacidad creativa a plenitud. Digo confieso porque me conmovieron muchísimo, tocando fibras profundas que se expresan en momentos sumamente especiales. En ellas florecen los mitos andinos que aparecen recreados con una belleza que encanta. Arguedas convocó a los zorros del universo mítico de Huarochirí, hace más o menos 2,000 años, lejos del sube y baja entre el Pariaqaqa y Pachacamac, sino en Chimbote, ahí donde Perú se convirtió en el primer exportador de harina de pescado en el mundo. Después nuestros yuyas presentaron su Encuentro de zorros en Lima, para continuar con su tarea de proteger a los pueblos de arriba y de abajo; esta vez, a un migrante ayacuchano que sufre la agresión criolla de quienes, desde la limeñitud, tratan a los llamados indios con el viejo desprecio desde tiempos de Pizarro y Almagro. Ya los dos fuegos estaban definidos y los zorros tuvieron que batallar para salvar al migrante.

Contra el viento es otra historia mítica más compleja en la que una mujer tiene el encargo de buscar la fuente de la vida para tratar de evitar que la muerte acabe con la vida de los pueblos originarios. En ambas piezas, el teatro total de nuestros yuyas nos conmueve y encanta porque el juego de símbolos sugiere diversas interpretaciones. Los textos, los silencios, el vestuario, la música, los instrumentos, las voces y la creatividad del director y de los actores producen una melodía teatral única e inolvidable.

En el conjunto de sus obras (que aparece al final) figuran piezas del teatro clásico, obras colectivas, de autor, con la participación de todo el elenco, parte de él o unipersonales, piezas inspiradas en libros.


Peregrinación II

A medio camino de su larga marcha, viajaron por el mundo, invitados por grupos teatrales hermanos, universidades a presentar sus trabajos. Fueron los peregrinos con las manos llenas de mensajes de un teatro nuevo, rico, crítico, hermoso, cargado de símbolos. Quedaría corto si me atreviese a enumerar los países que los recibieron. Cuando los vi en Estados Unidos y México sentí que eran embajadores en serio del Perú y al oír el aplauso largo y lleno de gratitud de los espectadores, me sentí orgulloso de nuestras yuyas y nuestros yuyas.

Algunas razones que explican por qué los yuyas llegaron para tener un lugar de primer orden la historia del teatro peruano:

. Descubrir el teatro que los pueblos producen en sus fiestas religiosas.

. Llevar al teatro la riqueza expresiva de los pueblos andinos, costeños, limeños y amazónicos a través de su música, canciones y danzas, sus instrumentos musicales, sus ofrendas y rituales.

. El uso de las máscaras, que representan a personajes grandes y pequeños del teatro popular en rituales y fiestas, sobre todo andinas.

. La crítica social, fina y aguda de la realidad en que vivimos.

. La presencia de la música criolla como componente indispensable de su reflexión sobre el Perú.

. Las hermanas Teresa Rebeca Ralli, Débora y Ana Correa brillan como actrices de calidad y muchos recursos, y son ejemplo de la emergencia y presencia de primera línea de las mujeres peruanas en estos 50 años. Augusto Casafranca y Julián Vargas son, igualmente, excelentes actores. A Miguel Rubio le ha correspondido la calidad de un director y creador teatral excepcional.

Con los recursos anteriormente expuestos, los yuyas –nuestros yuyas- reflexionaron y reflexionan sobre algunos de los grandes problemas del Perú, en esa ruta era inevitable el encuentro con Arguedas, cuya presencia e influencia está presente en el conjunto de su obra. ¿Cómo romper la incomunicación profunda de los segmentos que forman el Perú? ¿Cómo acercarnos como peruanos de un mismo suelo, de una misma patria, de muchos pueblos-naciones, de todas las sangres? ¿Cómo quebrarle el espinazo a la dominación? Sus respuestas no son recetas políticas a seguir sino montajes simbólicos, alegóricos, para sentir los hervores de nuestros pueblos y salir de la sala de teatro enriquecidos, conmovidos y dispuestos a aprender de ellas y ellos.

Otros teatristas aparecieron y siguen apareciendo en el horizonte, unos pocos con una reflexión profunda sobre el país, otros con teatro para divertir y hacer reír, como las películas para lo mismo, llenar salas muy grandes y ganar dinero, sin mala conciencia por eso, felizmente.

El tiempo pasa y expreso mi preocupación por el futuro. Me encantaría que mis nietos y bisnietos vieran las piezas de nuestros yuyas, así como los de ustedes, lectoras y lectores, vieran las obras de los yuyas. ¿Qué obras de los yuyas podrán verse cuando el grupo ya no esté luego de haber cumplido con alegría y gloria, su paso por el mundo? Serían las obras de los yuyas únicas e irrepetibles, o es posible que otros grupos las repongan con el correr de los años. Imagino que nuestros yuyas sabrán dejar listas sus obras y los secretos para seguir sus huellas.

Concluyo este rápido, desigual e incompleto elogio a nuestro yuyas con una breve explicación de la palabra encanto. “Me encanta” es más que “me gusta”, porque ese más tiene que ver con la magia. En el habla quechua la palabra magia se traduce por encanto, adoptando plenamente el vocablo castellano. Los cerros las lagunas, los manantiales, tienen su encanto porque viven, aunque muchos no crean. También las piedras, los árboles del bosque, los pájaros.

Finalmente, expreso gratitud a mis yuyas porque en estos 50 años hemos sido caminantes con el mismo horizonte. Disfrutar de sus trabajos, oírles, cantar con ellas y ellos, verlos en Estados Unidos y México, recordarles entrando con su banda de músicos en la sala mayor de la casona de San Marcos en la ceremonia de mi emeritud y haber compartido una sesión de trabajo con los danzantes de tijeras y Anita en la sala de su teatro, han sido momentos intensos de alegría, complicidad, amistad, admiración y cariño. Sigan mis, nuestros yuyas, hasta que sus fuerzas resistan. Siempre nos harán falta.


Espectáculos de los Yuyachkani:

Puño de cobre (1971), La madre de Bertolt Brecht (1974), Allpa rayku (1978) Los hijos de Sandino (1981), Los músicos ambulantes (1983), Un día en perfecta paz (1984), Pasacalle Quinua (1984), La madriguera (1984), Encuentro de zorros (1985), Baladas del bien-estar (1985), Contra el viento (1989), Adiós Ayacucho (1990), No me toquen ese valse (1990), Yuyachkani en concierto (1992), Hasta cuando corazón (1994), Serenata (1995), Retorno (1996), Pukllay (1997), Antígona (2000), Santiago (2000), Hecho en el Perú - vitrinas para un museo de la memoria (2001), Rosa Cuchillo (2002), Sin título - técnica mixta (2004) - Reestrenada como Sin título - técnica mixta (revisado) (2015), El último ensayo (2008), Con-cierto olvido (2010), Cartas a Chimbote (2015), Discurso de promoción (2017).


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