Comienzo por una autocrítica indispensable. Vi por primera vez al candidato Pedro Castillo, nombrado candidato por el partido Perú Libre, en el primer debate organizado por los canales 4 y N de televisión. Por diversas razones -pandemia y crisis económica y social profunda del país, entre otras- mi interés por el proceso electoral fue muy reducido. Por otras razones de salud de los últimos años, mis viajes a provincias fueron pocos, así como mis visitas a los pueblos jóvenes y asentamientos humanos de Lima y, en consecuencia, no estaba en condiciones de ver el surgimiento de la candidatura del profesor Castillo, que fue la gran sorpresa de la primera vuelta.

Las elecciones presidenciales se hicieron y se harán cuando la pandemia nos golpea con más fuerza que nunca (50 o 150 mil muertos según la versión oficial suave y la otra del Sinadef) y nos mostró los varios Perúes que se esconden debajo del paraguas de la nación peruana, profundamente divididos. No puede ser mayor la fractura política del país. Mantener o cambiar el orden establecido, sin ambigüedad hasta ahora, es la disyuntiva que aparece en el peor momento para los millones de peruanas y peruanos que perdieron sus empleos y cuando el número de víctimas enluta sobre todo a los más pobres.

Cuatro o cinco días antes de las elecciones escribí un breve texto diciendo que votaría por Verónika Mendoza. Conocidos los resultados luego del primer escrutinio de votos, 95%, la señora K (Keiko Fujimori, por los juicios pendientes que tiene ante la justicia peruana por lavado de activos y otros) y el profesor Pedro Castillo estarán en la segunda vuelta. Es posible mirar con atención los resultados y ofrecer una primera aproximación sobre el significado de esta confrontación.

Uno. Nos encontramos frente a un acontecimiento político único en la historia peruana: un hombre del pueblo gana la primera vuelta de una elección presidencial

Ya disponemos de informaciones en los medios de comunicación que nos permiten saber lo mínimo necesario como para señalar que Pedro Castillo es un maestro primario-campesino-rondero-exdirigente sindical de oposición dentro del Sindicato Único de Trabajadores de la Educación Peruana (SUTEP); de rostro andino por el color de la tierra, su sombrero, su vestir popular, su sencillez, franqueza y seguridad para describir en pocas palabras los graves problemas no resueltos del país y agravados por la pandemia que mata sobre todo a un 80% de personas de los pueblos andinos, amazónicos, costeños y a los habitantes de los pueblos jóvenes y barrios populares de Lima y las ciudades más grandes. Se trata de un campesino profesor primario capaz de desafiar a los doctores economistas y políticos.

¿Fue senderista?, ¿fue miembro del Movimiento por la Amnistía y los Derechos Fundamentales (Movadef) y por eso terrorista? Esperemos algunas semanas más para tener claridad sobre este problema. Si así hubiera sido o fuera, en las muchas olas de represión contra senderistas y miembros del Movadef, los servicios de inteligencia de las fuerzas armadas, los ministerios de Defensa y del Interior, lo habrían presentado en la tv. Si no fue así, quiere decir que esa acusación no tendría fundamento. Veremos si en la campaña por la segunda vuelta aparecen contra él acusaciones, fotos comprometedoras, audios reveladores, juicios de alimentos y abusos sexuales. Si aparecieran, habría razón suficiente para suponer que de algún modo fueron inventadas por las necesidades políticas de la coyuntura.

No tuvimos en la historia peruana otro caso parecido. Hugo blanco sólo obtuvo la primera votación entre los candidatos de la izquierda para la última Asamblea Constituyente. Pudo haber sido un candidato de la izquierda con fuerza electoral, pero no pudo ser. Barrantes sí, pero fue flor de un día por eso de los egos irremediables en los partidos que formaron la alianza electoral de Izquierda Unida.

Debemos tener en cuenta que nunca en la historia de la república tuvo la izquierda peruana un candidato campesino, maestro, minero u obrero. No lo eran Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Ollanta Humala ni Pedro Pablo Kuczynski, quienes trataban de hacer creer que eran candidatos del pueblo, pero buena parte de la izquierda votó por ellos, no por sus programas sino simplemente para que no fueran elegidos Vargas Llosa, Fujimori, Toledo y Keiko Fujimori. Hoy, este casi hábito de votar en contra de alguien, sin tener una opción propia, aparece en una situación límite.

Vista la realidad con un pensamiento crítico y autocrítico, el hábito de votar en contra nos obliga a plantear una pregunta: ¿si buena parte de la izquierda peruana fue capaz de votar por Alberto Fujimori, Toledo, Humala, por qué no votar por el profesor Castillo? No hubo mayores dificultades para votar por esos impresentables (en las cárceles, preso en casa, o muy cerca de la cárcel), y ahora que un profesor campesino obtiene una enorme victoria electoral, son ya muchas las voces que claman por razones éticas para votar en blanco, nulo o no votar. Este es un serio problema que exige madurez política para examinarlo a fondo y encontrar soluciones posibles.

Si observamos los votos de la primera vuelta, la candidatura de Juntos por el Perú de Verónika Mendoza, obtuvo el 7.8%, mientras que en 2015 obtuvo el 18.5% y estuvo a punto de pasar a la segunda vuelta. Los diez congresistas de 2016 se han reducido a cinco en 2021. En contraste, el recién llegado profesor Castillo tiene el 18.5% de los votos y gana la primera minoría en el Congreso con 37 parlamentarios. Por su parte, el Frente Amplio desaparece de la escena electoral. Hay, en consecuencia, una renovación de la división de la izquierda, con un grupo ascendente del profesor Castillo y un grupo en declive electoral de Verónika Mendoza.

Dos. ¿De dónde salió el profesor Pedro Castillo?, ¿cómo explicar su victoria?

Habría que hacer un esfuerzo muy serio para encontrar los elementos de respuesta. Por ahora, solo es posible atreverse a indicar algunas pistas posibles. Esta victoria del profesor podría deberse al voto de muchos miles de maestros, campesinos y migrantes andinos. En mis artículos sobre la pandemia he señalado los graves problemas de los padres de familia en pueblos jóvenes y asentamientos humanos de la propia Lima y de otras ciudades del país derivados de su imposibilidad de ofrecer una computadora, una laptop, o una Tablet a cada uno de sus hijos. Habría que agregar que les es muy difícil ofrecer un celular a cada uno, compartirlo con ellos, o simplemente privarse de él entregándolo a los niños. Habría que pensar también en la presencia permanente de los hijos en casa porque no pueden ir al colegio o a las escuelas. Es un nuevo problema, producido por la pandemia, como me informó Dennis Meza, antropólogo egresado de San Marcos y amigo, que conoce muy bien la realidad de los pueblos jóvenes y asentamientos humanos en Lima. Para los padres de familia que viven y sufren estos problemas, votar por un maestro que se parece a ellos o ellas, sería un modo de expresar su rechazo a la política educativa de los gobiernos, en particular para mostrar que el Perú está muy lejos de tener una educación virtual para todos.

Hay siempre en la comunidad o pueblo más pequeño y alejado de todo el Perú, una maestra o maestro muy cerca de los niños y sus padres. Ellos y ellas habrían oído la palabra del profesor. Por su parte, los campesinos que lo escucharon en las visitas que hizo a las regiones andinas, descubrieron que el profesor era como ellos y aunque les pareciera increíble que fuera candidato a la presidencia, le creyeron y podrían haber votado por él. Lo mismo habría ocurrido con los migrantes que viven en las alturas de los pueblos jóvenes y asentamientos humanos, hasta donde habría llegado el profesor Castillo sin regalitos ni cámaras de televisión.

En los tres casos, los votantes se sintieron identificados y representados por el profesor; lo vieron como ellas y ellos, y como alguien profundamente distinto a los otros candidatos a la presidencia de la República. Este es un hecho comprobable que da pleno sentido a la frase “No nos representan”. Hasta ahora la oposición nosotros-los otros, fue planteada entre los nosotros de las clases dominantes y sus aliados frente a los otros, los indígenas de todos los colores, los afrodescendientes y las clases populares y en parte medias del país. Con esta elección aparece en el horizonte electoral global un nuevo nosotros, identificado con los otros de antes, los ninguneados, los invisibles, los sin nombre, los “cholos de mierda”, “los indios de mierda”, “los negros de mierda”, los que se parecen al color de la tierra, los de color marrón, los que no van a colegios con ómnibus. 

Lo que acabo de decir es una prueba sencilla de que no hay en Perú de hoy un nosotros que incluya a todos los peruanos y peruanas; los varios nosotros ilustran el fracaso de la república y del estado nación, de esa nación inventada europea y mal copiada en Perú en 200 años. 

Tres. La señora K o el profesor Castillo. ¿Solo los programas deciden una elección?

La señora K representa la continuidad del orden establecido por la política de las grandes empresas multinacionales y nacionales, el Apra y el fujimorismo. El modelo económico milagroso ha estado y está profundamente ligado a las mafias para delinquir como las del caso “Lavajato”. Para los medios de comunicación del pensamiento único, (defensa de la sagrada Constitución de 1993, etc), el modelo económico, la política y la corrupción irían por “cuerdas separadas”, pero la realidad los desmiente porque se trata de los mismos actores y operadores.

Desde el hartazgo generalizado que se siente en el país, el profesor Castillo clama por un cambio de fondo para salir del modelo económico extractivista y buscar un referéndum que apruebe la convocatoria a una Asamblea Constituyente en busca de una nueva carta magna.

Ambas opciones expresan una confrontación que podría ser inevitable. La derecha, sus aliados en los medios de comunicación del pensamiento único y en los partidos políticos que creen que son de centro, centro derecha, o de “centro radical”, siguen fieles a sus tesis políticas principales de los últimos cincuenta años: desarrollo=crecimiento, sin crecimiento el resto es ilusión; Constitución del 93, sagrada e intocable; ignorar los derechos de autonomía política de los pueblos indígenas, etc.

Desde el 12 de abril, los medios de comunicación insisten en una vieja tesis: los programas de los candidatos, analizados con todo detalle, deben decidir la elección. En este punto se impone una pregunta: ¿será verdad que los programas deciden una elección?

Suponer que las elecciones presidenciales se definen por los planes de gobierno de los partidos es más un deseo que una realidad. ¿Quiénes leen y discuten los programas de los partidos políticos en Perú? Me atrevo a suponer que no más del 20% de la población mayor de 16 años. Esa pequeña proporción es alimentada por los medios de comunicación, sus periodistas convertidos en politólogos, sus politólogos convertidos en periodistas, sus especialistas en elecciones convertidos en politólogos. Para el 80% cuentan las imágenes, las simpatías con las figuras políticas que parecen como los personajes de las telenovelas, los gestos y seguramente también algunas ideas políticas muy gruesas.

Es probable que algunas ideas y tesis de los partidos sean tomadas en cuenta por los electores, pero en estos últimos 50 años cuentan más las imágenes, los perfiles, el modo de vestirse, de hablar y sentarse de las y los candidatos. Supe, por ejemplo, que los asesores de imagen de Alan García le recomendaron que apareciese de perfil levantando la cabeza (para esconder la papada), de terno azul marino, saco cruzado, luciendo fotos con los grandes personajes de la política internacional, etc. Hay ahora expertos y empresas que ganan millones de dólares para que los candidatos que les pagan ganen las elecciones. En la tradición marxista hay una vieja frase: más vale un paso adelante en el movimiento político real que una docena de programas. (Me parece que es de Marx en su Crítica al programa de Gotha). Sugiero que observemos con atención, hasta el último día de la campaña por la segunda vuelta, con qué imágenes y perfiles aparecen, cambian o se mantienen la señora K y el profesor.

Cuatro. Opciones iniciales para la segunda vuelta

Hasta hoy, 16 abril, la señora K y el profesor Castillo han presentado algunas ideas y hechos en borrador de lo que esperan hacer en sus campañas para ganar la segunda vuelta.

La señora K aparece con un rostro aparentemente dulce, muy calmada y serena, como ella no es, tampoco su padre y hermano en la sombra. Solo repite que quiere hablar de programas y propuestas. Si no ataca, no será la señora K que conocemos, por ese camino podría perder. Necesita conseguir un 42% de votos nuevos. Para lograrlo, sus operadores políticos estarán tratando de concertar alianzas para unificar a la derecha y conseguir apoyos en el tan mentado centro, y preparando una ofensiva contra el profesor en abierta contradicción con el rostro dulce de la señora K. El apoyo que ya tiene ganado en los canales de televisión, periódicos y radios, no puede ir más allá de sus límites, esos de su alcance al 20% en el cual se discuten las ideas y planes.

La señora K quisiera que no se hable de sus juicios pendientes, de la corrupción familiar y personal, que haya una especie de borrón y cuenta nueva, que no vuelva nunca más a la cárcel. En otras palabras, propone una línea de olvido, fiel a su causa del poder, en contraste con la defensa de la memoria, que es un arma de los otros, de los nosotros en formación.

El profesor Castillo no recibió los resultados del 11 de abril en un hotel de Lima; sigue en su pueblo de Chota, lo hemos visto a lo largo de la primera semana, gracias a la TV, como campesino trabajando la tierra. Ese es un mensaje claro, es parte de una estrategia política. No es una representación teatral como la de gran parte de los políticos profesionales de visitar un lugar, vestir los ponchos y sombreros locales por unas horas. Si el profesor sigue por esa vía, va por buen camino. Si oye el canto de sirena para que cambie de caballo a mitad del río y le recomienden ministros de Economía salidos del Banco Mundial para asegurar el crecimiento, perdería el caballo y tendría que nadar para cruzar el río con el peligro de ser llevado por la corriente y … el ejemplo de Humala es un recuerdo fresco.

Quienes votamos por Verónika Mendoza y los pocos que siguieron a Marco Arana tenemos que pensar varias veces. Lo ideal sería que la izquierda se uniera por lo menos una vez en la vida, pero ese deseo no corresponde a las fuerzas reales, que son herederas de una vieja división nacida en Europa, entre la social democracia y el comunismo y una posterior más dura proveniente de Rusia y China entre los PC soviético y chino y las varias corrientes de oposición. El caudillismo propio de la república sigue marcando aún a las direcciones de las organizaciones de izquierda. En ese contexto, la unidad sigue siendo un buen deseo.

Cinco. Cuestiones pendientes

Luego de esta primera aproximación quedan muchos problemas por examinar. Por el momento, menciono los siguientes:

a. ¿Qué estarán pensando y preparando las Fuerzas Armadas ante una coyuntura tan seria y grave como la opción señora K o profesor Castillo?

b. Como campesino chotano y rondero, el profesor Castillo no es un indígena quechua, ni tiene por qué reconocerse como tal. Su silencio sobre los derechos de los pueblos indígenas andinos y amazónicos y la defensa de la Amazonía y del Planeta para salvar a la especia humana como tal, es un punto de notable debilidad. Esa defensa debe ser un pilar central en una propuesta política de izquierda.

c. Si es verdad que el profesor Castillo es evangélico, este hecho sería una gran novedad. Si así fuera, tendría sentido su posición en favor de la llamada ideología pro vida, su abierta oposición a los derechos de las mujeres, planteada por los varios feminismos y las propias mujeres entre las organizaciones indígenas andinas, amazónicas y populares urbanas. En otras palabras, no habría una unidad en la lucha por los derechos de las mujeres. Además, si es verdad que el profesor es evangélico, la acusación de ser un senderista o un partidario del Movadef sería falsa.

d. Finalmente, queda el problema de la cantidad de cuadros que el profesor, su partido y aliados tienen para gobernar el país.