Acaba de partir Manuel Dammert Ego Aguirre, uno de los dirigentes de las izquierdas peruanas en los últimos 50 años, engrosando el rosario ininterrumpido de 50 mil o 100 mil víctimas del coronavirus desde hace un año, en general, o mi larga lista, en particular, de amigos personales -músicos, artistas, teatristas, profesores universitarios, familiares cercanos y lejanos, compañeros y compañeras también, próximos o distantes dentro de las izquierdas-.

Desde la secundaria fue ganado por el despertar de los católicos con el comienzo de una mirada del país desde la iglesia, propuesta por el padre Gustavo Gutiérrez y su Teología de la liberación. Poco tiempo después, decidió formar parte del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), luego de la frustrada guerrilla de Luis De la Puente y Guillermo Lobatón, entre los años 1964 y 1965. No encontró allí lo que esperaba y siguió buscando; luego de leer a Lenin tenía ya la decisión de ser marxista y leninista. Formó parte de Vanguardia Revolucionaria, VR, alrededor de 1969 o 1970, una organización que desde su fundación en 1965, asumió la promesa de realizar el sueño de Mariátegui: construir un socialismo sin calco ni copia, una creación heroica; peruana, al margen de las direcciones internacionales de la izquierda (PC-Moscú, PC-China y corrientes trotskistas). Entre 1970 y 1974, militamos en VR, lo recuerdo desde San Marcos; como un alumno brillante con una inocultable decisión de dedicarse a tiempo completo a la revolución y convertirse en un dirigente político; fuerte y sensible, al mismo tiempo.

Las tomas de tierras en Cusco y las reformas agrarias, colocaron al campesinado en el país como un actor político nuevo. Este hecho histórico condujo a los dirigentes de VR a campesinizar la organización, siguiendo las ideas de Mao Tse Tung. Me parece que el maoísmo de Manuel, contribuyó para que VR dejase atrás la promesa de Mariátegui. Fue inevitable que se abriese un período en el que uno de los puntos de agenda de la discusión política era demostrar quién era más maoísta que quién. Fruto de esa confrontación, fue el nacimiento del Partido Comunista Revolucionario en 1974, dirigido por él, como una nueva división de VR, de la que se desprendió, a su vez, una nueva tendencia llamada Trinchera Roja. (Debo precisar que en 1978, yo renuncié a VR señalando en mi carta que me iba por el abandono de la promesa de Mariátegui y su conversión al maoísmo).

Llegado a este punto, debo detener esta sección sobre la división de las izquierdas, que entre 1970 y 1990 produjo una veintena de pequeños partidos. El paso siguiente, corresponde a la unión de las izquierdas, la que tuvo a su vez dos momentos. 1. La Alianza Revolucionaria de Izquierda (ARI, en quechua), como el primer esfuerzo por lograr una alianza electoral de todas las organizaciones de izquierda para las elecciones de 1980. La candidatura de Hugo Blanco fue rechazada por el bloque mayoritario de organizaciones. Fue inevitable la ruptura de ARI por la decisión del Partido Revolucionario de los Trabajadores y de Hugo Blanco, su líder principal, de no compartir con el PC de orientación soviética y el PC de orientación china, su “casi segura victoria” en las elecciones. 2. Ese fracaso de ARI fue inmediatamente seguido por la formación de Izquierda Unida, con Alfonso Barrantes como dirigente mayor y la exclusión de todas las organizaciones trotskistas. Se trató de una alianza electoral para ganar el máximo posible de curules, sin ninguna discusión y menos algunos acuerdos sobre una unidad para pensar el país y ofrecerle una alternativa socialista de cambio en serio desde la izquierda.

En su largan trayectoria política y como parlamentario en más de 20 años, Manuel Dammert contribuyó en el crecimiento, división, reunificación y unidad parcial y de corta duración de las izquierdas, fue un actor en las buenas y malas de todo ese proceso.

Quiero señalar en esta breve reseña dos de sus méritos más importantes.

1. Con su clásica disposición para entregarse en las tareas derivadas de sus opciones políticas, asumió su tarea de parlamentario a tiempo completo y en serio. Por sus años de militancia, de fogoso dirigente y su evidente seguridad personal de limeño, tenía todos los recursos para convertirse en un destacado tribuno. Aprendió rápidamente a documentarse sobre cada uno de los problemas debatidos que tenían directa relación con el país, los trabajadores, campesinos, profesores, universidades y la defensa de los recursos del país. Se convirtió en detector de lobistas, bandidos y ladrones disfrazados de funcionarios públicos y privados, en productor de proyectos de ley debidamente fundamentados y defendidos en la tribuna con convicción difícilmente rebatible. Por eso, la derecha lo odió con franqueza y sin remilgos,

Imagino que algunas personas mayores, no necesariamente vulnerables que lean esta reseña, habrán pensado ya en Carlos Malpica Silva Santistevan, nuestro célebre congresista de izquierda -inicialmente militante del MIR- fogueado en numerosas batallas con otros tribunos de la derecha como Luis Bedoya Reyes, Ernesto Alayza Grundy, Roberto Ramírez del Villar, Felipe Osterling; también con Luis Alberto Sánchez, que eran viejos zorros en las cámaras de diputados y senadores. El pequeño libro de Malpica, Los dueños del Perú, lo convirtió en uno de los primeros detectores de burgueses y lobistas; seguirían después, Anchovetas y tiburones, Pájaros de alto vuelo (sobre Alan García y los comienzos de su fortuna), El anti imperialismo del Apra y los contratos petroleros, El mito de la ayuda exterior, etc.

2. En su día a día como congresista, Manuel escribió numerosos libros entre los que destacan: Desnacionalización, privatización y saqueo del petróleo y gas peruanos, Soberanía energética para el desarrollo integral del Perú. En los últimos años, más allá de las denuncias, trató de pensar sobre el Perú como conjunto en sus libros Perú integral Bicentenario Civilización, Territorio, Nación, República, y Desafíos históricos del Perú en el Bicentenario. Desafortunadamente, su partida, cierra ese corto período de reflexión global. Hay entre Malpica y Dammert una cercanía evidente.

En los últimos años, y ahora en tiempos de esta durísima pandemia, la confraternidad entre antiguas compañeras y compañeros de los muchos segmentos de la izquierda de los primeros tiempos, vuelve a aparecer con un abrazo sin reproches, que se multiplica por la incertidumbre de no saber que nos espera antes y después de las vacunas. Lo mismo ocurre entre familiares y amigos. Que Lucía, Ana y Manuel, sus hijos, sus hermanos y hermanas tengan la fuerza para sobrellevar su partida que separa y une. Tengo también un recuerdo para Flor, con el mayor cariño.


Foto: Juan Luis Dammert Egoaguirre