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Adiós a Carmen Pimentel Sevilla

Publicado: 2021-03-19


Se le agotó la vida luego de un largo camino, con una producción intelectual original, un sólido matrimonio con Aníbal Quijano, con algunos años más de las bodas de oro y dos hijos Piero, pintor, y Rodrigo, poeta. Nacida y crecida en Parinacochas, fue una orgullosa quechuahablante. Estudió Psicología en la Pontificia Universidad Católica y luego de una larga estadía y de más estudios en Santiago de Chile, se graduó de doctora en Psicología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Formé parte del jurado de esa tesis como antropólogo y profesor invitado porque su trabajo era un estudio de la salud mental en los pueblos jóvenes, particularmente en Villa El Salvador, a través de entrevistas a los migrantes andinos.

Sus primeros pasos de ese interés académico los dio estudiando las callampas o barriada de Santiago de Chile. De sus trabajos de campo y sus estudios comparativos en otros países de América Latina, brotaron las duras evidencias sobre la violencia como elemento constitutivo de buena parte de las familias, de la que las mujeres eran y son las mayores víctimas; sobre el papel de padre y madre que las madres solteras o separadas cumplen en silencio como componente invisible a los ojos de los responsables de las políticas públicas; sobre la fuerza interior de esas mujeres para soportar el dolor y sacar adelante a los hijos a pesar de todas las adversidades. Tuvo particular interés en estudiar la salud mental y su relación con la Comunidad Autogestionaria de Villa El Salvador (CUAVES), para mostrar el peso que la comunidad (andina, en particular) tiene en la familia, como un sostén de su equilibrio social, cultural y psicológico. Con sus trabajos tempranos en defensa de las mujeres y de los niños, formó parte de esa grande y gruesa oleada de feminismos diversos, colectivos e individuales, de 1970 en adelante, al centrar sus estudios y textos en la cuestión de los géneros y fundar su voto a favor de las mujeres.

Carmen Pimentel Sevilla investigó siempre la realidad y publicó artículos y libros. Entre sus libros más importantes cito: Familia y violencia en la Barriada (su tesis doctoral en San Marcos, 1983) y Poder, ciudadanía, derechos humanos y salud mental (2007), también Salud mental y comunidad, Familia y cambio social, Salud mental y comunidad, Violencia, familia y niñez. Este simple listado muestra una mirada que va más allá de especialización y ofrece una aproximación global a partir de la violencia y sus relaciones con la familia, la niñez, el cambio social, la comunidad y el compromiso personal, profesional y político para acompañar a los vecinos y vecinas, servirles y apoyarlas.

Formada como psicóloga, se interesó por la investigación, el trabajo en su consultorio privado, la enseñanza universitaria en San Marcos, viajó por muchos países para asistir a congresos y seminarios, ofreciendo conferencias y dando clases como profesora visitante. Tuvo, además, una particularidad: ahí donde investigó por muchos años, formó dos centros: el Servicio de Psicología en Collique, y el Centro Comunitario de Salud Mental (Cecosam) en Villa El Salvador, para ofrecer apoyo psicológico a los vecinos. Se trata de un ejemplo de investigación científica comprometida con un segmento preciso de los varios pueblos-culturas que forman eso que llamamos Perú. Hoy, luego de un año de la pandemia en Perú, esta virtud particular de Carmen adquiere una importancia mayor por los durísimos golpes a la salud mental de los pueblos indígenas amazónicos, andinos y de los vecinos de los pueblos jóvenes y de los “Asentamientos humanos” en todas las ciudades grandes de todo el país; así como en sus barrios populares, y me atrevo a decir que también en las clases medias y, tal vez, en ese diez por ciento del país en el que se encuentra la clase alta. Estos golpes a la salud mental no fueron vistos ni sentidos por quienes gobiernan el país con ojos limeños y se interesan principalmente por no poner en peligro el crecimiento económico, y el modelo político paralelo. Sólo en medio de la segunda ola del coronavirus y en espera de la vacuna milagrosa, aparecen los primeros signos de interés por la salud mental de las víctimas.

En los últimos años, la memoria de Carmen se iba y volvía y ya no estaba en condiciones de ofrecernos lo que sabía y sentía para tratar de entender los daños y ofrecer sus mejores consejos para tratar de resolver el problema del virus. Cuando yo tenía las ideas de mi artículo 12 sobre la pandemia (que entregaré en algunos días más) el último viaje de Carmen Pimental Sevilla y lo que sé de sus libros, serán de particular ayuda.

Gracias a José María Arguedas, conocí a Carmen y a Aníbal Quijano, su esposo, en la Peña Pancho Fierro, en el centro de Lima, en 1962. Comenzaba yo mis estudios de Antropología en San Marcos. Ella, de Parinacochas-Ayacucho; y Aníbal, de Yanama-Yungay-Ancash, historiador y sociólogo sanmarquino. José María pidió que Carmen y yo cantemos en quechua. Después, en su casa, oí a Aníbal cantar en quechua de Ancash, más alegre que el de Ayacucho como él creía. La amistad fue construyéndose paso a paso (Carmen y Anita, mi esposa se querían mucho, como Aníbal y yo) entre waynos, sambas argentinas, yaravíes, valses, boleros y canciones de la guerra civil española, y nuestras preocupaciones por el Perú y nuestras visiones políticas compartidas y diferentes. Mi corazón me recomienda que esta semblanza concluya con los versos del wayno preferido de Carmen, La flor de la chirimoya. Con su memoria de regreso, cantamos ese wayno y muchas otras canciones mientras esperábamos las cenizas de Aníbal, hace dos años. Hoy, la pandemia nos obliga a quedarnos en nuestras casas-prisiones. Cuando esta pesadilla nos dé algo de libertad, me gustaría estar presente en el homenaje que Carmen merece.


LA FLOR DE LA CHIRIMOYA

Wayno

Anónimo, tradición ayacuchana del sur, de más o menos 1900.

(Para Carmen Pimentel, 12 de diciembre 2015. RM. Lima).

1

La flor de la chirimoya, vidita

Fragante como una rosa,

Fue la que supo robarme, cholita, bis

Corazón, vida y cariño, negrita,

Amayá waqachiwaychu.

2

Orgullos y vanidades, negrita,

No duran toda la vida,

Con el transcurso del tiempo, cholita, bis

Todos seremos iguales, negrita,

Amayá waqachiwaychu.

3.

Tan solo ingratitudes, negrita,

Me diste toda la vida,

Al hombre que supo darte, negrita, bis

Corazón, vida y cariño, negrita

Amayá waqachiwaychu.

4.

Ese orgullo que tú tienes, negrita

No lo subas muy arriba,

Porque las cosas del mundo, negrita

No duran toda la vida, cholita

Amayá llakichiwaychu

5.

Las flores y las naranjas, negrita

Tienen pues su parecido,

Por más dulces que sean, negrita

Siempre tienen su amarguito.

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(amaya waqachiwaychu no me hagas llorar

amaya llaquichiwaychu no me hagas sufrir


Escrito por

Rodrigo Montoya Rojas

NAVEGAR RÍO ARRIBA


Publicado en