En la semana que termina –precisamente cuando los topes de la primera ola alcanzados alrededor del 3 de agosto quedaron atrás con el ascenso vertical de la segunda y algunos indicadores esperanzadores– cuando creíamos que estábamos tocando el fondo, se destapó el escándalo de la repartija de vacunas, con nuevos actores. Han sido, son y seguirán siendo enormes las reacciones de indignación; difícilmente puede ser mayor el escándalo, no obstante, sabemos poco o muy poco y temo que no sepamos mucho más, porque de por medio hay enormes intereses en juego. Un aparente sencillo equipo de investigación en búsqueda de una vacuna formado por la Universidad Cayetano Heredia con el apoyo de la Universidad de San Marcos para inyectar a 12,000 voluntarios una vacuna china en su tercera fase de prueba, se ha convertido en una parrilla en la que se asan grandes, medianos, pequeños y ocultos actores como los gobiernos chino y peruano, las redes de intereses que se mueven dentro de los ministerios de salud y de relaciones exteriores, laboratorios privados, empresas farmacéuticas, médicos aparentemente vinculados a intereses empresariales y, también las cinco o seis grandes empresas productoras de vacunas compitiendo por un mercado con maravillosas ganancias al alcance de sus manos. ¿Cuánto sabemos de los intereses que están en juego?, ¿cuánto más nos permitirían saber?
Se detiene la escena política marcada por el escándalo, se regodea y da centenares de vueltas sobre pequeñas historias de las repartijas de aquí o más allá, de las listas que faltan, de los nombres escondidos y de las ganas que tienen los indignados por enviar a la cárcel a todos los responsables, desde el expresidente Vizcarra hasta el último cómplice. Como la visión histórica del periodismo común y corriente no va más allá de la última semana y padece de creciente amnesia, ya no se recuerda que los grandes escándalos pasan muy rápidamente y las “investigaciones para buscar los culpables y castigarlos con todo el peso de la de la ley” avanzarán a paso de tortugas, robusteciendo inmunidades e impunidades. Un recuerdo reciente: ¿en quedó el castigo prometido a los responsables del asesinato de Inti Sotelo y Bryant Pintado?
Uno. De eso que se llama poder
Poder es la capacidad que tenemos los seres humanos para decidir por otros, para imponer deseos, sus gustos e intereses, consultando o no, con la palabra o por la fuerza. La imagen y representación gráfica habitual que tenemos del poder es un triángulo o una pirámide; en el vértice se sitúa una silla donde se sienta quien lo ejerce y, abajo, están quienes no lo tienen. Mandan los de arriba y obedecen los de abajo. A lo largo de la historia, han sido y siguen siendo fuentes del poder el: la fuerza física, las armas, la riqueza (economía), los dioses, el saber; finalmente, la ciencia, la tecnología y la información.
En más de cien mil años de su existencia, la especie humana no tuvo gobierno ni poder organizado: cazadores, pescadores, recolectores de frutos y tardíos sembradores eventuales, buscaban sobrevivir; entonces, los jóvenes fuertes asumían tareas de guías y jefes en períodos breves de caza colectiva, mientras los mayores (sobrevivientes ancianos de 30 años) daban los primeros pasos para ganar autoridad y legitimidad a través de sus consejos. El primer virus del poder surgió aproximadamente hace 12,000 años cuando por el descubrimiento y práctica de la agricultura, la tierra se convirtió en fuente de riqueza y surgieron los primeros ricos. Con una cantidad mínima de pastos disponibles, se inició la ganadería, como otro gran complemento de riqueza. Desde entonces, la tierra se convirtió en mercancía y siguen siendo objeto de apropiación y de lucha no sabemos hasta cuándo. Gracias a los excedentes de comida y vestido fue posible que unos se dediquen a guerrear y otros a rezar, sin tener que preocuparse por producir sus propis alimentos. Con la conquista de la tierra, el florecimiento de la agricultura y la ganadería, la cerámica, las innovaciones técnicas a partir de los metales, la invención del dinero y los sueños de organizar sociedades más complejas, surgieron señores de la tierra, príncipes y reyes con sus mansiones y castillos, sus guerreros soldados, sus curas, sus cortes para disfrutar de múltiples placeres, sus mitos, leyendas, cuentos, canciones, adivinanzas. Ahí surgieron y se afirmaron las clases y comenzó eso que se llama lucha de clases, conceptos que hieren tantas sensibilidades angelicales de nuestro tiempo. Para asegurar sus reinos, monarquías y repúblicas, fijaron fronteras, inventaron mapas, sellaron alianzas, organizaron sus aparatos de gobierno. En estos últimos 12,000, las guerras se convirtieron en indispensables y no hay modo de acabar con esa tragedia.
Es el virus del poder el responsable directo de las guerras de ayer, de hoy y de mañana. Si sumamos las víctimas de todos los virus que hasta hoy han atacado la salud de los seres humanos, tendríamos una cifra pequeña, incomparable con las víctimas de las guerras entre bandas, hordas, tribus, reinos, monarquías y repúblicas en los últimos 100,000 años. Debiéramos sentir inmensa vergüenza porque desde que existimos los seres humanos nos matamos unos a otros; sin comparación posible alguna, somos los más depredadores y mortíferos de la historia. ¿Cómo los lobos?, habría que pedir disculpas a los lobos por pretender compararnos con ellos. Antes, Locke y Freud (en los siglos XVII y XIX) escribieron que los seres humanos lobos, unos para otros. Piensen ustedes en las últimas guerras en Irak, Libia y Siria por el petróleo y la gran con confrontación anunciada desde hace tiempo entre Estados Unidos y China, y las guerras que se preparan en estos meses y años.
Mencionaré algunos rasgos característicos más del poder: atrae, encanta, produce grandes placeres; atraviesa como un elefante por la casa familiar, la escuela, la universidad, los partidos, las ONG, se filtra entre las sábanas principales o complementarias; embriaga, embrutece, separa, aísla; sus grandes responsables se sienten muy inteligentes, superiores; desconfían hasta de su sombras, solo buscan incondicionales sabiendo que tarde o temprano los traicionarán; creen que en el mundo hay solo machos y hembras porque esa habría sido la voluntad de dios “al crear al mundo”; tienen la necesidad extraordinaria de no perderlo, de fortalecerlo, de recuperarlo; exigen obediencia, sumisión, resignación; controlan, amenazan, vigilan, persiguen, encarcelan, torturan, matan, hacen a otros y a desaparecer a las víctimas, enloquecen a sus víctimas y pierden la razón ellos mismos; no tienen medida ni clemencia; se valen de la ciencia para refinar sus hábitos de matar y para destruir las conciencias de las víctimas rebeldes que no se someten; se valen muchas veces de dios, y hasta se sienten portavoces de la justicia divina; tienen una pasión por el secreto, por los servicios de inteligencia de todo tipo y tamaño.
Dos. Ilusiones de poder de medianos y pequeños actores en la peruanísima comedia política
Conviene partir de un hecho cierto y verificable: hubo un cupo global de vacunas disponibles, repartible entre un número aún no determinado de grupos de beneficiarios. ¿Tendría sentido alguno pedido exigir que la embajada china presente una relación de sus favoritos? Según las reglas internacionales de la diplomacia, no. Los responsables de distribuir esa pequeña cuota de poder que tuvieron trataron de guardar el secreto, pero en un país como el nuestro, donde no hay secreto de alguna esfera del Estado que dure tres días, se produjo el destape de la olla. Para evitar daños adicionales, quienes quedan a cargo del asunto estarán tratando de evitar más filtraciones.
Hay, sin embargo, un hecho demasiado importante que por su seriedad parece muy grave: no tiene sentido imaginar que a los 3,200 elegidos para salvarse en esa arquita de Noé les hayan dado solo un agua azucarada llamada placebo. Si la vacuna estaba ya lista, ¿qué sentido tenía seguir con la fase tres? De este punto deriva una sospecha y se abre inevitablemente la especulación sobre una posible maniobra para asegurar un contrato principal con la empresa china y bloquear otros posibles contratos con algunas de las cinco empresas restantes, principalmente la Pfizer. Si se agrega el secreto del precio pagado y por pagar por el primer millón y los posteriores posibles 38, los problemas se multiplicarán.
Si es verdad que el equipo de investigación médica de la universidad Cayetano Heredia apoyado por una unidad de San Marcos, no siguió los protocolos nacionales e internacionales y decidió arbitrariamente utilizar tres vacunas, la parte científica la experimentación quedaría por los suelos. La sanción internacional no tardará; ya es visible una primera consecuencia de solo esa información: desprestigio para dos de las más importantes universidades del país. ¡Qué vergüenza!
Trataré de examinar la cuestión del secreto, su tentación, su encanto, el placer que produce y la trampa que lleva dentro para para que los aparentemente poderosos vean derrumbarse sus posiciones alcanzadas, sus carreras académicas y el prestigio de sus apellidos.
Luego de sentir los primeros beneficios del poder, quienes lo buscan llegan rápidamente a la conclusión de sentirse inteligentes, escogidos, integrantes de una y más argollas, de una especie de casta de privilegiados. El resto, es parte del montón indiferente. Se sienten los más más: de ahí derivan las pequeñas estupideces como: “sabes quién soy?, ¿sabes con quién estás hablando?, ¿con quién estás metiendo?, ¿no sabes que mi papá es don fulano de tal?, el que puede, puede. Sentirse escogidos, supone la tarea de guardar uno y más secretos. Hasta ese gueto de pequeñas y grandes miserias, no asoman las palabras bonitas como derechos, democracia, república, bien público, bien común, ciudadanía. No obstante, ambas son caras de la misma luna, se necesitan, una como realidad y otra como pantalla.
En la particularidad del poder académico –pues de médicos y de universidades trata lo principal de este último escándalo– la inteligencia no está reñida con la búsqueda de poder y del placer de disfrutarlo y de beneficiarse de él. No se trata de tontos; sí de individuos inteligentes, pero de limitado desarrollo, que no alcanzan a medir las consecuencias de sus actos en sus esferas propiamente familiares, profesionales e individuales. Tarde se dan cuenta de lo que arriesgaron y, cuando llega, el arrepentimiento termina siendo inútil.
Al borde del primer año de la pandemia, entre tantas maldades, el miedo a la muerte se multiplica en dos tercios de la población peruana, sobre todo; también en el tercio restante, por supuesto, pero menos. Ante la tentación de recibir las dos vacunas, estas personas de medio desarrollo, solo pensaron en ellas y ellos, en algunos de sus familiares cercanos, en sus colaboradores directos. No creo que hayan tenido tiempo de pensar si tenían derecho o no a beneficiarse con una vacuna mal habida. En ese punto de la pequeña historia no recuerdan que formalmente se declaran católicos, apostólicos y romanos, como los toreros y los militares, por eso de lidiar con la muerte, de modos diferentes por el oficio que escogieron.
Tres. Para ir más allá de la indignación y del escándalo
El ofrecimiento de vacunas –como prebenda, coima o lo que sea, para asegurar un acuerdo con la empresa china– con su dosis de extraordinario escándalo, coloca en el escenario del futuro político y económico del país, ver por una vez en la historia, la formidable trenza del capitalismo con la privatización de la salud y la reducción de la salud pública a un simple papel de acompañante subordinado y la conversión de varios-muchos médicos en empresarios para enriquecerse, ofreciendo servicios privados de salud, como lobistas en y dentro de clínicas, hospitales y dependencias estatales de salud y otras áreas. Falta poco tiempo para que quienes hablan de una “nueva normalidad”, de “lecciones aprendidas”, del “Perú nuevo, solidario y fraterno que surge a pesar de las heridas”, vuelvan a cambiar de discurso y retomen el de siempre con el crecimiento de la economía (el de las grandes empresas multinacionales y nacionales) como principal objetivo.
¿Será posible que en lo que queda de la llamada campaña electoral alguien como Verónika Mendoza pueda centrar su palabra y presencia en la cuestión de la pandemia para sembrar algunas bases de esperanza a mediano y largo plazo para todos los pueblos del Perú?
Es fundamental la indignación, y pasar del escándalo al análisis y a la elaboración de propuestas. En este momento las calles están vacías. Extraño los días de noviembre 2020, cargados de energía juvenil y de todas las edades para traer abajo a los golpistas. Cuenta la cuarentena, y más la necesidad de sobrevivir. Ojalá que los plazos sean más cortos.
A tomar en cuenta y no olvidar un instante: el virus del poder, mata desde hace más de 12,000 mil años sin que ninguna vacuna haya sido estudiada. Lo nuevo y último es que ahora el planeta está amenazado y no corren peligro solamente los pobres sino la especie humana en conjunto. Este milenario virus se detendrá cuando la naturaleza, sus bosques, mares, y cuencas de los ríos como fuentes de vida, sean respetados y no destruidos por la voracidad de las grandes empresas multinacionales. Estamos lejos aún de convertir en realidad este deseo; por ahí pasa el camino. También por la propuesta zapatista e indígena de mandar obedeciendo, para no tratar de ocupar la silla del poder, sino limarle las patas hasta que desaparezca y por fin, el poder se socialice.