De lunes a viernes, en solo cuatro días, la rebelión de obreros agrícolas en Ica, extendida a otros puntos del país ha tenido un primer desenlace: la derogatoria de la Ley 27360 llamada de Promoción del sector agrario, principal reivindicación propuesta en la ocupación de varios puntos de la carretera panamericana. Una ley de promoción de 20 años prorrogada para 11 más, fue una burla y un asalto a la razón. Este argumento era suficiente para tirarla a un cesto de basura. Una cuota más de sangre por pagar fue la muerte del joven obrero Jorge Yéner Muñoz por un casi seguro disparo de escopeta de la policía en Chao Virú, La libertad. Mientras el gobierno por quedar bien con dios y el diablo propuso eliminar las cuestiones laborales de esa ley y mantener los otros beneficios, los golpistas del congreso decidieron derogar la ley, mostrando un oportunismo político.
Uno. Punto de partida y llegada. En la rebelión de Ica todo comenzó con la ley 27360 llamada de Promoción del sector agrario promulgada en octubre de 2000, por Alberto Fujimori, Carlos Boloña Berh, su ministro de economía y finanzas y por José Chlimper Ackerman, propietario de la empresa agroindustrial Agrokasa y ministro de agricultura en ese momento. Esta ley fue un favor, un regalito para los empresarios agrícolas amigos, clientes y cómplices de la banda fujimorista. Algunos de los beneficios más importantes de esta promoción fueron y podrían no ser más: 1, solo pagarían el 15 % del impuesto a la renta y no el 29 o 30 % como el resto de empresas fuera de la promoción; 2, contarían con la libertad de contratar libremente a sus trabajadores, despedirlos o darles descanso después de los tiempos de cosecha (la palabra clave sobre el tema es flexibilidad); 3, muchos de los servicios se entregarían a pequeñas empresas independientes para evitar el contacto directo de la empresa con sus trabajadores (tercerización); 4, el salario mínimo por pagar sería de 14 soles.
Antes de seguir es necesario detenerse en el concepto promoción: quiere decir ofrecer incentivos durante un periodo corto de tiempo para lograr que los empresarios inviertan y “desarrollen” sus empresas en beneficio del país. Ocurre que esa promoción tiene ya 20 años; el gobierno del sr. Martín Vizcarra mediante el decreto ley de urgencia 043 2019 el 28 de dic 2019, prorrogó los beneficios de la Ley hasta el 31 de diciembre de 2031, dejando intacto el privilegio de pagar solo el 15 y no el 29 o 30% del impuesto a la renta. Sus beneficiarios no tuvieron ni tienen escrúpulo alguno para enriquecerse pagando menos impuestos que el resto; los gobernantes que aprobaron la ley y el decreto ley son cómplices de esa burla a los trabajadores y a la economía del país por el 15 % del impuesto a la renta no pagado al Estado durante muchísimos años. Tuvieron toda la razón del mundo los jóvenes trabajadores agrícolas en exigir la inmediata derogación de esa ley con sus bloqueos de carreteras.
En los 20 años transcurridos los funcionarios de la Superintendencia Nacional de Fiscalización Laboral, SUNAFIL, estuvieron pintados en la pared. No vieron ni quisieron ver las condiciones de trabajo ofrecidas por los empresarios a sus trabajadores. ¡Otros impresentables!
Dos. La historia del milagro económico iqueño contada por los casi anónimos y clandestinos empresarios agrícolas de Ica, escondidos debajo de nombres de empresas que solo tienen significado legal, comenzó con una lenta recuperación de parte de las tierras luego del fracaso económico de las cooperativas agrarias de producción fruto de la reforma agraria velasquista y, principalmente, gracias a la iniciativa de irrigar miles de hectáreas de arenales con el agua subterránea de la capa freática. Astutos aspirantes a nuevos ricos o nuevos ricos con grandes ganas de volverse millonarios en dólares, consiguieron miles de hectáreas de arenales pagando muy poco o nada e invirtiendo en cavar pozos para disponer del agua. El resultado fue muy sencillo: en menos de sesenta años el área cultivada del valle se duplicó; del viejo desierto entre Guadalupe y Pisco hoy solo quedan algunos recuerdos dispersos. En su lugar, florecen nuevas fincas, fundos y haciendas, dedicadas a la exportación de productos pomposamente llamados agroindustriales (espárragos, mangos, paltas y otras frutas y legumbres) envueltos en cajitas muy atractivas para cumplir con las exigencias en los mercados internacionales. Parecen búnkeres inaccesibles con un personal de seguridad que impone miedo con su sola presencia. Perú es hoy el primer exportador de espárragos en el mundo, y quienes los comen en Perú deben representar menos del 1% de los 33 millones de peruanas y peruanos. Si los ministros de agricultura pensasen en lo que el pueblo come y debiera comer, la exportación pasaría a un segundo plano y volveríamos a comer frejoles todos los días como en Brasil, hoy, o como en Ica antes que llegase el algodón para la exportación, porque como me dijo un yanacón negro en la hacienda La Huaca del valle de Huaral, en 1962: los problemas comenzaron porque el algodón no se come.
La consigna de la economía capitalista peruana es muy simple: salvo exportar, el resto es ilusión. No olvidemos que en tiempos del presidente García Pérez y sus dólares MUC algunos empresarios más astutos que el resto exportaron piedras, debidamente envueltas en cajas de embalaje, para cobrar un premio por exportación de productos no tradicionales. No se trata de una broma de mal gusto.
Son muy endebles los pilares que sustentan esta primavera exportadora en Ica: un tercio de los pozos ya no sirve, el agua subterránea se está acabando; la situación se agrava si se toma en cuenta el calentamiento global, las sequías, la pérdida de nieve en nuestros cerros tutelares más altos. Los nuevos millonarios en dólares, grandes beneficiarios de ese milagro económico ya tienen un proyecto de agua nueva para resolver sus problemas: desviar las aguas del río Pampas que bajan hacia el Atlántico y llevarlas a Ica. Una aparente solución parecida trajo ya problemas en las tierras altas de Arequipa, Cusco y Moquegua. Por ese rumbo, las comunidades campesinas beneficiaria de las aguas del Rio Pampas ya dijeron su palabra: no permitirán ese desvío porque se trata del agua que les da la vida. ¿Qué sentido tiene desvestir un santo para vestir a otro? No sabemos cuándo se producirá, pero esa sorpresa está cantada.
Tres. En su deseo de convertirse en millonarios lo más rápidamente posible, los empresarios “agroindustriales” no pensaron que los trabajadores agrícolas son seres humanos que tienen dignidad y que merecen ser tratados como tales, a quienes hay que pagarles salarios decentes, ofrecerles buenas condiciones de trabajo para trabajar los días enteros bajo el calientísimo sol de lca, pagarles vacaciones, horas extras, reconocerles el derecho que tienen de formar sindicatos para defenderse y cunas para los hijos de las trabajadoras. Prefirieron seguir el ejemplo de los viejos gamonales de nuestra historia; sembraron vientos y, hoy, cosechan tempestades. Al oír los reclamos de los jóvenes trabajadores agrícolas he tenido la sensación de vivir en un país detenido hace ciento diez años atrás, en tiempos del presidente Guillermo Enrique Billinghurst con las luchas por conseguir las ocho horas de trabajo y las primeras reivindicaciones de los trabajadores.
Tenemos en nuestra historia una vieja lección de la burguesía de todos los colores y tamaños: nunca aprendieron a compartir la torta con el resto de peruanos, entre ellos sus propios trabajadores. No aprendieron esa lección visible en todos los países europeos y en Estados Unidos. Allí, el pago por una hora de trabajo es de +- 13 dólares; mientras en Ica, el salario diario de 39 soles equivale a menos de una hora. Tengamos en cuenta que los empresarios son católicos apostólicos y devotos del sr de Luren, para no detenernos solo en cifras económicas.
Es posible que en Ica y otros valles se encuentren empresarios de buena fe, con escrúpulos y suficientemente modernos como para reconocer la dignidad de sus trabajadores. Desafortunadamente, no se les ve, no aparecen; si así fuera los propios trabajadores serían los primeros en señalar su diferencia con el resto.
Cuatro. Los casi clandestinos propietarios de las empresas industriales se parecen a los antiguos hacendados. No se ha hecho aún una investigación agraria suficientemente amplia y sólida para verificar lo poco que se sabe sobre la empresa Agrokasa del señor Chlimper, uno de los grandes beneficiarios de la ley felizmente derogada. Fuera de Ica en el valle de Barranca-Pativilca, habría comprado tierras de pequeños campesinos, en comunidades y pueblos convirtiéndolos en trabajadores de sus empresas sin ninguna otra opción de empleo. Como el trabajo es temporal, la empresa les da descanso y los retoma en tiempos de cosecha. Por ese camino la pobreza de los campesinos que perdieron sus tierras es inevitable. Como en tiempos de los hacendados, el empresario trataría de portarse como un buen patrón, ofreciéndoles regalos, pagándoles la luz, el agua en los pueblos donde viven siempre y cuando se porten bien, no formen sindicatos y no se quejen a las autoridades.
Cinco. Algunas novedades: 1. No apareció la policía en los primeros tres días por el arreglo de cuentas, aún no terminado, con el gobierno luego del envío de 18 generales al retiro; 2. Cuando un joven trabajador agrícola trató de explicar lo que es a un periodista, haciendo un gran esfuerzo, logró decirle: “yo soy de la clase agrícola”. Si los señores Cillóniz, otros grandes beneficiarios de la ley derogada, siguen creyendo que los rebeldes de Ica son uno simples monigotes de Sendero Luminoso o del Movadef muestran su ignorancia sobre lo que pasa en el país; 3. Oímos el silencio sepulcral de los empresarios agroindustriales; 4. Algunos dirigentes de las centrales sindicales de trabajadores han reconocido hidalgamente que están lejos de esos jóvenes y les queda un serio esfuerzo para acercarse a ellos y ellas; 5. Como en el caso de las calles de Lima el 14 de noviembre, el estallido de Ica y sus secuelas posteriores en otros valles muestra la espontaneidad de una protesta que podría no estar controlada por nadie pero que es vivida y sentida por todos, con indignación y rabia, porque simplemente no aguantan más; 6. De la rebelión de Ica habrá que esperar algunos resultados: un derecho de los trabajadores agrícolas de organizarse que comience a ser ejercido; en la vereda contraria aparecerá también una patronal agraria, como aquella Sociedad Nacional Agraria, antes de las tomas de tierras y las reformas agrarias.
Pequeñas nuevas batallas vendrán para definir otra política agraria a seguir en el país; no se trata de una nueva ley de promoción. Importa ahora, pensar en el largo plazo. Para eso, los ocho meses que le quedan al gobierno serán insuficientes y habrá que observar lo que haga para no debilitarse más de lo que ya está. Que no quede fuera de la agenda el castigo que los empresarios y sus cómplices merecen por los enormes abusos que hicieron.
Pd. Tenía yo mi corazón en Ica, el 2 de diciembre, entristecido con el recuerdo de José María Arguedas y su muerte, un día como ese, hace 51 años. Lo imaginaba en el colegio San Luis Gonzaga como alumno de primera línea, también en la puerta del colegio San José esperando a una novia que no pudo ser, caminando hasta llegar a la hoy desaparecida laguna Orovilca de agua dulce en medio del desierto, conversando en quechua con los hermanos de Lucanas y Puquio, obreros temporales de las haciendas. Salí de mi tristeza y volví a sonreír al ver a los trabajadores agrícolas peleando en las pistas por sus derechos. Como la tierra en tiempos de sequía dura, el primoroso milagro económico atribuido a la economía iqueña comenzó a agrietarse.
(Foto: Andina)