Fue tan contundente la victoria de Luis Arce y David Choquehuanca en la primera vuelta de las elecciones del 18 de octubre en Bolivia, que Carlos Meza, expresidente y principal candidato de la derecha reconoció su derrota sin ambigüedad alguna: 52% a 31%, con datos a boca de urna y sin esperar el resultado oficial. En este breve artículo expondré algunas de las lecciones políticas después de esa victoria y los principales desafíos para el MAS y sus dirigentes.   

Antes, me parece pertinente citar aquí uno de mis argumentos expuestos luego del golpe de Estado, once meses atrás contra Evo Morales y el MAS, en el artículo Para tratar de entender el drama boliviano, publicado en La Mula el 18 de noviembre de 2019:

“Visto de adelante hacia atrás, el drama boliviano comenzó con un grave error del Movimiento al Socialismo -MAS- y de Evo Morales. No se dieron cuenta que participar en las elecciones presidenciales y parlamentarias tiene límites constitucionales precisos, tanto para la duración de los gobiernos como para la reelección una o más veces de los presidentes y congresistas. Fueron grandes victorias electorales de Evo en la primera vuelta de las tres primeras elecciones en 2005, 2009 y 2014, así como en la Asamblea Constituyente, que produjo la nueva y vigente Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia. Responsable de esos triunfos fue la fantástica coalición de fuerzas que el MAS logró, entre las que se encuentran los Ayllus históricos victoriosos en tiempos de Túpac Amaru Túpac Katari y Tomás Katari (1780) que hoy siguen siendo fuertes dos siglos después, las organizaciones indígenas, los sindicatos, la Central Obrera Boliviana, COB, la Central Sindical única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, CSUTCB (Ponchos rojos), los maestros, estudiantes, mujeres, jóvenes y; en particular, a un entendimiento decisivo entre los movimientos políticos de El Alto, La Paz y del resto del país… Un mínimo respeto a la Constitución, promovida y acordada por el propio MAS, y la sensatez elemental de una sólida formación política habrían sido suficientes para optar por no presentarse a esa cuarta reelección. Como en Perú, una triquiñuela de abogados reunidos en el Tribunal Constitucional boliviano lo autorizó a presentarse con el absurdo argumento de defender su 'derecho humano' a ser reelegido”.

El caudillismo de Evo Morales y su firme voluntad de gobernar Bolivia veinte años continuos desencadenó la crisis que llevó al golpe y abrió una posibilidad para que la derecha recupere por lo menos parte de su poder perdido. Felizmente, no fue así.

Algunas lecciones después de la victoria

1, El MAS demostró que es un partido suficientemente organizado y fuerte como para recuperar la mayoría electoral que tuvo entre 2005 y 2018. Luis Arce y David Choquehuanca han probado que el MAS no era ni es un movimiento solo de Evo Morales. La base campesina e indígena aymara en el occidente boliviano, cerca del lago Titicaca en la frontera con Perú, es una de sus bases de apoyo, ligadas a buena parte de la coalición de 2005, sin que la oposición y/o retiro de los indígenas del oriente y de una parte de las mujeres haya sido suficientemente fuerte como para debilitarla.

2. Las conquistas de los tres primeros gobiernos del MAS, están muy vivas en la memoria política de sus militantes y simpatizantes. En primer lugar, el cumplimiento de las tres grandes promesas electorales: convocar a una Asamblea Constituyente, la redacción, aprobación y confirmación de la nueva Constitución que convirtió a Bolivia en un Estado Plurinacional, y la nacionalización de los hidrocarburos. Luego de la nacionalización del gas y el petróleo, se hizo célebre el cambio de proporciones que obligó a las empresas multinacionales a renunciar al 82 % de los beneficios y aceptar solo el 18 %; por su parte, el Estado que solo recibía el 18 % reservó para sí el 82 %, lo que le permitió tener un amplio margen para una política de redistribución en la economía. Por primera vez en su historia llamada republicana, los indígenas se sintieron parte del estado plurinacional y se reconocieron como bolivianos con todos sus derechos. Ojalá ocurriese algo como eso en Perú.

3. Sin Evo Morales como candidato en las elecciones de 2018, el MAS con cualquier otro candidato habría ganado, pero pudo más el error del líder auto considerado único.

4. En los primeros años del siglo XXI, la política boliviana ha mostrado que el pueblo a través de todos sus segmentos en la coalición de 2,005, tiene una fuerza propia que está más allá las virtudes individuales de sus dirigentes. Fue enorme la batalla de los pueblos de Cochabamba por el agua de su río grande entregada como concesión a una empresa norteamericana por el gobierno del Presidente Sánchez de Lozada, que luego de su derrota huyó a Estados Unidos. También fue notable su triunfo sobre la empresa francesa en El Alto que embotelló el agua llamándola Inti Illimani, nombre del apu mayor de la Paz, sin tomar en cuenta que mercantilizar ese nombre sagrado para un agua que no era suya, era una ofensa al pueblo boliviano. El Alto, la nueva ciudad emblemática de Bolivia, levantada al lado del aeropuerto sobre 4, mil metros de altura, se ha convertido en un actor político de primer orden en el país. En sus cabildos y asambleas sus habitantes alcanzaron una conciencia política suficiente como para negociar con el candidato Evo Morales en 2005 su voto de apoyo a su candidatura a cambio de su compromiso para convocar a una asamblea constituyente, acordar una nueva constitución para Bolivia y nacionalizar los hidrocarburos. Le advirtieron que si no cumplía estas promesas, el gobierno de Evo seguiría la misma suerte que el gobierno de Sánchez de Lozada. Habría que agregar la fuerza de los sindicatos cocaleros de El Chapare, de la Central Obrera Boliviana, COB, a pesar de la caída de las minas, de los sindicatos campesinos, de los mercados, como fuerzas que contribuyeron con la causa del MAS.

Por lo que acabo de decir, hay que tener mucho cuidado al analizar el caso boliviano para no caer en la fácil tentación de creer que una figura individual como Evo Morales sería el factor más importante que la del pueblo boliviano. Por esa misma tentación, puede cometerse el error de suponer que tanto Luis Arce como David Choquehuanca sean considerados como unos “monigotes” o “marionetas” de Evo. Hacerlo supondría una falta de respeto a ellos y no tomar en cuenta su contribución importante en esos primeros 14 años. Evo tiene lo suyo, por supuesto, fue uno de los armadores u orquestadores de esa gran coalición.

Desafíos para el nuevo gobierno

1. Me parece que el primero y más importante es consolidar lo ganado por el MAS hasta este momento. Hoy, los dirigentes del MAS tienen en sus manos la posibilidad de reforzar cada uno de los pilares del Estado plurinacional, para que sea mayor el espacio ganado por los pueblos indígenas y las organizaciones populares. Tal vez el momento haya llegado para que vuelvan a mirar con seriedad la crítica planteada por Felipe Quispe sobre la necesidad de reorganizar el territorio yendo más allá de la división colonial. Por otro lado, hace falta consolidar un partido arraigado en sus bases sociales, democrático y abierto a la discusión de ideas para air precisando el contenido de lo que se llama socialismo. Bolivia es, otra vez, una esperanza, como desde los viejos tiempos de la COB.

2. En un momento de grave crisis económica y con los estragos del coronavirus, el gobierno tendrá una tarea muy difícil. Será el momento de montar una estructura de salud pública universal para todos los bolivianos, de recuperar la gestión pública de la industria del litio y de defender el planeta reconciliándose con los pueblos indígenas del oriente boliviano.

3. Tendrán que hacer un esfuerzo grande para reconstruir una alianza con los pueblos indígenas del Oriente. Para eso tendrán que revisar la política seguida con la reserva indígena del TIPNIS y acabar con la deforestación y la explotación ilegal e informal del oro que mata a los ríos. Será también urgente recuperar el apoyo de las mujeres y evitar por todos los medios posibles reproducir la corrupción en cualquiera de sus formas.

4. Tendrán que hilar muy fino los dirigentes del MAS para asegurar que la derecha no tenga posibilidad alguna de cambiar la Constitución a través de alguna de sus dos vías: una, la de siempre, apelar a los militares para dar un golpe de estado y, dos: formar una gran coalición política, ganar las elecciones, convocar a una Asamblea Constituyente, alcanzar la mayoría de sus miembros, y abandonar el Estado Plurinacional para tratar de restaurar parte de su viejo orden. La derecha y los militares son los responsables y beneficiarios de los muchísimos golpes de Estado en Bolivia. Tuvieron un éxito parcial en su último intento hace once meses. No tiene sentido un golpe de Estado militar para llamar a elecciones en los seis meses siguientes. Por el momento, esta vía parece difícil. La segunda, para cambiar la constitución por la vía electoral democrática es mucho más difícil aún porque no tienen de dónde sacar una coalición política suficientemente fuerte. La contradicción entre Kollas (Andes) y Cambas, (mirantes pobladores del Oriente) Sigue siendo fuerte. Mesa y Camacho tuvieron oportunidad de unirse pero prefirieron ir separados. Este es, en consecuencia, el momento para afirmar una propuesta de izquierda en mejores condiciones y a largo plazo, insisto, a largo plazo, dimensión que en la izquierda peruana parece perdida por eso de “salvo una curul, el resto es ilusión”.

5. Evo Morales tendrá su cuarto de hora decisivo. O aprende las lecciones de sus errores políticos para contribuir a la consolidación del MAS y dejar de ser un caudillo o se repite como ha sido en los últimos años y trata de recuperar el espacio que él consideraría suyo e intocable. Lo ideal sería que vuelva desde abajo, respetando las reglas del MAS, reconciliándose con los pueblos indígenas del Oriente, con parte de las mujeres. Ya tuvo lo suyo y fue mucho. Podría tener más, pero en nuevas condiciones. Ojalá no cometa otro error grave como el de 2019.


Foto: NTN24