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“Quédese en casa”, mano dura y democracia

Lección de los mayas, la antropología y la biología: en la especie humana todos somos iguales, pero los pueblos y los individuos somos diferentes.

(Pandemia 3) Lima 14 de mayo 2020. Todos los hombres estamos hechos del mismo barro, pero no con el mismo molde. (Proverbio maya, Guatemala, México). Lección de los mayas, la antropología y la biología: en la especie humana todos somos iguales, pero los pueblos y los individuos somos diferentes.

Publicado: 2020-05-14

Al final del segundo mes de cuarentena, la evidencia morir de hambre o por el virus, es transparente e indiscutible. No hay modo alguno de esconderla. No pueden quedarse en sus casas quienes no tienen qué comer. Salir y buscar qué ofrecer a sus hijos es fruto de una decisión inevitable, sin que importe lo que crean y piensen los funcionarios del gobierno y los dueños y agentes de los medios de comunicación que critican la aparente falta de conciencia cívica de los malos peruanos. Si solo se tratase de eso estaríamos en el mejor de los mundos, pero ocurre que la pandemia nos mostró tal como somos con unas desigualdades profundas. Son millones las personas que solo pueden comer el día en que trabajan en uno más de los mil oficios.   

En este artículo, invito a ustedes lectoras y lectores a una reflexión en cuatro puntos: uno, sobre los mensajes-órdenes impuestos por el gobierno y defendidos con extraordinaria voluntad y complicidad por los empresarios en general y los dueños y funcionarios de los medios de comunicación. Dos, las respuestas del pueblo en Lima y en el país y, también, las contra respuestas. Tres. Las imágenes y visiones que se tienen sobre el Perú: ¿hay un Perú o más Perúes?, ¿una Lima o varias Limas? Finalmente, Cuatro: ¿en qué rincón de la realidad peruana golpeada por la pandemia se encuentra la democracia?

Al borde de cumplir dos meses de emergencia-cuarentena y toque de queda, el gobierno hace un esfuerzo evidente en hospitales de las zonas más afectadas para evitar que el corona-virus se multiplique y siga matando más a nuestros hermanos; pasar de 200 a 1,000 camas de cuidados intensivos en uno o dos meses, es un ejemplo. Las grandes, medianas y pequeñas empresas recibirán una nueva ayuda de 30 mil millones de soles más, que sumados a los 30 mil millones de abril dan un total de 60 mil millones. Se trata de una cifra extraordinaria. Nuevos bonos de 760 soles para trabajadores independientes, para el sector agrario, y otro llamado universal por la misma cantidad a 6,800 millones de familias, consideradas pobres del país, cobrables a partir de la próxima semana, serán una pequeña ayuda, a todas luces insuficiente para que quienes la reciban puedan resistir el hecho brutal de haber quedado sin el trabajo y el pan de cada día, de la noche a la mañana. Por las cifras, se trata de un apoyo a manos llenas para los empresarios y a cuenta gotas, tarde y mal, para la mayoría del pueblo peruano, el más golpeado por la pandemia. Se repite el viejo orden de nuestra historia: la ayuda llega primero a quienes menos necesitan y tarde (o nunca) a quiénes más la requieren.

Uno. Consignas Quédese en casa, lávese las manos, compre una vez por semana, cobre su bono en el banco, los alumnos no tendrán clases presenciales, solo “on line”.

Quédese en casa, fue la primera consigna-orden que el gobierno trató de imponer. Hoy, 14 de mayo, al final de la octava semana de cuarentena, sigue siendo la consigna mayor, a pesar de las evidencias que los medios de comunicación mostraron. Cuando uno abre un celular Movistar como el mío, lo primero que aparece en pantalla es quédese en casa. En páginas enteras en los diarios las empresas de todo tipo hacen lo propio. Lo mismo ocurre con RPP que repite la consigna 24 horas al día. Parecen preciosas las imágenes de familias unidas y amorosas en departamentos modelos de Lima: papá, mamá e hijitos, todos juntos, cada uno con su laptop, cocinando juntos una receta, jugando, y hasta tocando el piano a cuatro manos. Los obedientes, se quedan en casa. Pareciera que el mensaje fuese ¿por qué ustedes -los otros, los que tienen el color de la tierra y no se parecen a ellos- no son obedientes? No podría ser más fuerte el contraste con lo que ocurre en una choza de un cerro de Lima en la que una joven madre soltera se queja de no haber recibido alguno de los bonos anunciados o la canasta de alimentos

“Lávese las manos con agua y jabón durante 20 segundos”, y si no con alcohol en gel, es un consejo que sabe a burla allí donde no hay agua, menos tipo alguno de alcohol. “Compre una vez por semana” para no repletar los mercados. Sería lo más fácil del mundo si se tuviera dinero previsto para gastar en la semana, pero cuando se trabaja y vive en el día a día, el consejo sabe a otra burla más. “Cobre su bono en el banco”, así, a secas, como si todos los distritos del país tuviesen oficinas o cajeros de bancos. Ahora, por las decenas de miles de personas urgidas para recibir los 760 soles, los bancos se han convertidos en lugares de contaminación después de los mercados y los buses de transporte público.

“Los alumnos no tendrán clases presenciales en lo que queda del año, serán todas on line”. Hay miles de profesores que no tienen laptops, y que aun teniéndolas no disponen del entrenamiento necesario para dar clases on line, hay centenares de escuelas que no tienen luz, millones de alumnos que no tienen laptops. Este breve y descarnado listado de carencias debiera ser suficiente para darnos cuenta que Perú, Holanda y Estados Unidos, por ejemplo, no están en las mismas condiciones. Por un acto de buena voluntad y desconocimiento de la realidad en que vivimos, peruanas y peruanos seríamos iguales. Me decía, el Dr. Esteban Zárate, un médico amigo de varias lunas¬: “la política de salud está pensada como si el Perú fuera un país de talla única”. ¿Es Perú un país de talla única?

Dos. Respuestas y contra respuestas

Podría bordear un 50% La proporción de peruanos y peruanas que no están en condiciones de quedarse en casa, cuidarse y esperar que pase la pandemia por la sencilla razón de que trabajan y viven el día a día como los mil oficios que acompañaron al fantástico crecimiento de la economía peruana de los últimos 30 años. Salir a buscar algo para dar de comer a sus hijos es inevitable, peor aún si se trata de una madre de familia soltera que forma parte del tercio de los hogares en los distritos populares del norte, centro, sur y sur este de Lima.

En un brevísimo video que llegó a mi whatsap con la simple indicación “reenviado”, un vecino de alguna ciudad que podría ser Lima, con su mascarilla, saca de su casa una bolsa negra de basura y la deposita en la vereda para que sea recogida después por el servicio municipal. Un tanque lo sigue, apuntándole con su cañón para que vuelva inmediatamente a casa y no se quede fuera un minuto más. El mensaje es muy sencillo: nos vigilan, hay que obedecer, por las buenas o por las malas. Que se cumpla el clamor de mano dura con los malos peruanos que no cumplen los protocolos de la cuarentena. Unas semanas atrás, el periodista Tola pidió en su columna del diario La República: “que salgan los tanques”. Expresaba, el clamor de una buena parte de la opinión pública que en tiempos de crisis apela a más mano dura. Ese mismo espíritu viaja entre las redes con consejos-órdenes como “al peruano hay que agarrarlo a patadas para que entienda”. La música de fondo es del valse Contigo Perú, con el patriotismo exclusivo del fútbol que espera el gol de Paolo Guerrero que nos haga saltar de alegría.

En el inconsciente colectivo de nosotros los peruanos aparece con frecuencia un patrón de hacienda y un caudillo militar que mandan y carajean, En la tradición consciente, se multiplican los coros de voces que exigen mano dura, olvidando que toda nuestra historia está llena de muchísimas y ¡cuán duras! si se toma en cuenta las decenas de miles de muertos que produjeron desde tiempos de Huáscar-Atahualpa y Pizarro-Almagro. Si tuviéramos una mayor conciencia democrática deberíamos pedir que las manos duran se ablanden o, mejor, que desaparezcan. Como broche de oro de este cíclico regreso al grito “que salgan los tanques”, el almirante en retiro Jorge Montoya, en una visita-paseo de dos días por los medios de comunicación, criticó la mano blanda del gobierno en “la batalla contra el virus” y reclamó la mano dura y la organización de las fuerzas armadas como recurso indispensable. De paso, nos recordó que los militares serían “los salvadores” cuando la patria está en peligro. Aparentemente, fue oído su clamor porque, algunos días después, el ministro de defensa informó que el número de policías y soldados se incrementará a 150 mil para controlar las calles del país.

Como los peruanos nos dividimos por múltiples razones, frente a la pandemia los “buenos” acatan y respetan las órdenes y los “malos”, no. Obedientes, los buenos, con gran “cultura cívica”; desobedientes, los malos, carentes de esa cultura cívica. Una imaginaria cultura cívica presente y ausente entre peruanos esconde la profunda desigualdad económica y cultural que nos separa.

Tres. Imágenes y visiones que se tienen sobre el Perú

Vuelvo sobre el proverbio maya “Todos los hombres estamos hechos del mismo barro, pero no con el mismo molde”, que escogí como epígrafe de este artículo. Los 32 millones de peruanas y peruanos, somos parte de la especie humana -homo sapiens- y por eso compartimos el mismo barro que los 7,400 millones que poblamos el planeta tierra. A pesar del color de la piel, de la forma y color de los ojos, del cabello encrespado o lacio, y la estatura, que nos diferencia a unos y a otros, todos compartimos cuerpos con órganos potencialmente intercambiables. Provenimos de pueblos, naciones, patrias, y culturas diferentes, con un mestizaje biológico extraordinario, lleno de decenas de colores, matices y formas, resumido en un verso de una vieja polca limeña que habla de una guapísima “samba-china-chola”. Por los pueblos de los que venimos tenemos culturas distintas, hablamos lenguas diversas, tenemos nuestra propia música, canto y danzas. La diversidad cultural es reconocida hoy por el Perú oficial y sus funcionarios como una característica del país. ¿Qué sería de PromPerú y del Ministerio de Cultura sin esta diversidad? Setenta años atrás, la opinión oficial estaba convencida de que el Perú era criollo y que los otros los llamados indios de los Andes, de la Amazonía y de la Costa, eran ciudadanos de segunda categoría con la obligación de cambiar y volverse criollos modernos, como el “nosotros” de los limeños. No nos llame la atención que en este momento PromPerú esté paralizada y que el Ministerio de Cultura brille por su ausencia en el esfuerzo del gobierno por controlar la pandemia, a pesar de que los pueblos indígenas de la Amazonía comienzan a ser infectados y están en las peores condiciones para evitar el enorme daño que la pandemia produce.

Si el Perú es reconocido hoy por las clases dominantes y los funcionarios de los gobiernos como un país “diverso e intercultural”, la pregunta inevitable es ¿por qué su política frente a la pandemia no toma en cuenta esa diversidad? Hay una distancia muy grande entre el reconocimiento formal de la heterogeneidad del país y las consignas-consejos para superar la pandemia. El supuesto equivocado -no pensado ni discutido, seguramente- es que todos los peruanos estamos en igualdad de condiciones para responder al desafío del coronavirus. No es así. A la hora de la verdad, volvemos al viejo molde: todos los peruanos seríamos iguales; no habrían distancias ni diferencias.

No hay un Perú como molde de todos sus habitantes. Lo vivimos, sentimos y conocemos desde donde nos tocó nacer y hacer nuestras vidas. Hagamos un esfuerzo de imaginación y veremos cuán diferentes somos los peruanos de las tierras altas andinas, de la Amazonía y de los pueblos costeños del norte y el centro ligados con el resto del país a través de las migraciones que son fundamentales en nuestra historia. Lo mismo ocurre dentro de Lima. Lima no un molde para todos los que habitamos en su suelo. San Isidro y Miraflores en un extremo; una asociación de pobladores en Ticlio Chico, de migrantes en los cerros y contrafuertes de los ríos Lurín, Rimas y Chillón o en San Juan de Miraflores o Villa María del Triunfo, en el otro. Las respuestas a la pregunta quiénes son o se sienten limeños traerían desagradables sorpresas porque los cauces de la diversidad cultural llevan no a una Lima sino a varias, distantes, contradictorias y llenas de conflictos entre sí.

Cuatro. ¿En qué rincón de la realidad peruana golpeada por la pandemia se encuentra nuestra incipiente democracia?

Fernando Tuesta, un sociólogo especialista en elecciones políticas, escribió hace una semana: “El COVID-19 no respeta ni aquello que parecía escrito sobre piedra inamovible en las sociedades democráticas: la fecha de las elecciones”. (El Comercio, 7 de mayo 2020, p. 15). Toda su atención está centrada en las elecciones porque sin ellas no habría democracia y porque en Perú la democracia se reduce, en última instancia, a las elecciones. Su metáfora de la piedra inamovible, es conmovedora.

En estos dos meses de cuarentena, emergencia y toque de queda, varios de los derechos que formalmente reconoce la Constitución de una república democrática a los ciudadanos, han quedado suspendidos y parece que la democracia estuviese olvidada y refugiada en el Congreso, con 130 flamantes representantes del pueblo que juraron sus cargos incumpliendo las normas, impuestas por el gobierno, de no reunirse y de guardar la distancia mínima de un metro. Por su desobediencia, 9 o 10 de ellos informaron al mundo que habían contraído el virus, haciendo esfuerzos para contener su evidente felicidad por aparecer unos pocos segundos o minutos en las pantallas de la televisión, la radio, y en las páginas de los diarios.

Ahora que se habla de la cultura cívica como un rasgo de la democracia peruana que tanta falta hace, debiéramos preguntarnos: ¿Quiénes nos enseñaron a ser ciudadanos respetuosos de los derechos de los otros y de nuestros deberes? ¿Los militares y grandes caudillos civiles que han gobernado una buena parte de la república gracias a sus golpes de estado y las constituciones hechas a su medida?; ¿la iglesia, con sus jefes?; ¿la familia patriarcal desde tiempos griegos y católicos?; ¿los partidos políticos de jefes y caudillos?; ¿las autoridades escolares y universitarias?; ¿los medios de comunicación de grandes jefes y funcionarios?

Eso que se llama conciencia cívica en serio es fruto de aventuras individuales de núcleos pequeños de personas, con un mínimo de espíritu crítico frente a la realidad que vivimos y lejos del temor y el miedo a la mano dura de siempre. Si el 20% de la población peruana tuviera esta conciencia cívica, la realidad nuestra sería distinta.

Si admitimos la necesidad de poner en práctica el ideal de respetar a los otros y tener en cuenta sus puntos de vista, habría que renunciar a dividirnos entre buenos y malos peruanos, obedientes o desobedientes. Tenemos la obligación de preguntarnos qué razones tienen los miles de personas para desobedecer las órdenes. ¿A quiénes entrevistan los medios de comunicación radial, televisiva y escrita?; ¿les preguntaron a los “desobedientes y rebeldes” por qué no cumplían las órdenes del gobierno de quedarse en casa?, ¿les preguntaron a los llamados “caminantes” por qué huían de Lima?

A los de abajo no los entrevista nadie, salvo algunas excepciones, claro está; los micrófonos de las radios, las pantallas de televisión y las páginas de los periódicos se reservan para los funcionarios del estado y el gobierno; para los congresistas porque se cree que representan al pueblo, los comentaristas o analistas expertos en cualquier cosa mal y vulgarmente llamados opinólogos a condición que se limiten a comentar lo que pasó o lo que se dijo esta mañana o esta tarde. Si a uno de ellos o ellas se le ocurriese, por ejemplo, poner en duda el capítulo económico de la constitución que sería la condición para asegurar el crecimiento de la economía, sencillamente no lo volverían a invitar y lo cambiarían por alguien de la larga lista de espera para disfrutar de la fama que dan los minutos en las pantallas, en las radios y en los periódicos. 

¿Alguna vez, han visto o leído ustedes, lectoras y lectores una entrevista a dirigentes de los mercados en Lima?, ¿a los dirigentes de las asociaciones de vivienda en los pueblos jóvenes, allí donde viven los que no pueden quedarse en casa porque no tienen para comer?, ¿a los dirigentes del vaso de leche, de los comedores populares, de las comunidades campesinas y nativas de la Amazonía de las organizaciones agrarias y amazónicas?, ¿A los dirigentes de las asociaciones de residentes en Lima de cada uno de las provincias, distritos, anexos, poblados y pagos de eso que se llama Perú profundo?; a los dirigentes de las rondas campesinas? ¿A los dirigentes de los trabajadores y de los maestros CGTP, a los del Sutep? No. Para los responsables del Perú oficial esos peruanos y peruanas de abajo no tiene voz, menos ideas o propuestas.

En cuanto a la pandemia, hagamos votos para que los cálculos sobre el rumbo peruano muestren que estamos ya en la meseta, que si así fuera no sea tan larga, y que cuando la línea tienda a bajar, lo haga de modo seguro para no tener una segunda ola. Que el dolor se detenga y no se multiplique.

Gracias al trabajo de mi amigo Roberto Wangeman, ofrezco un resumen de la información disponible sobre la pandemia al 14 de mayo 2020. Para situar la ubicación de Perú en un contexto más amplio, en el siguiente cuadro se le compara con los datos del mundo.

En Perú el porcentaje de casos confirmados bajó a 13.7%. El número de pruebas tomadas se ha elevado en casi 34,000 en relación a las de ayer. 

El número de casos contagiados (80,604), dio hoy un salto de casi 4,300 por encima de ayer.

El porcentaje de hospitalizados bajó a 8.6%, por debajo del rango inferior del estándar (10 al 15%).

El porcentaje de los internados en UCI bajó a 1.0%, la quinta parte del estándar (5%). Las 842 camas UCI ocupadas dejan 189 camas libres en relación a las 1,031 disponibles.

El porcentaje de fallecidos bajó a 2,81%, por encima del estándar (2.5%) pero mucho menos del promedio mundial (6.8%).

La tendencia al día es a la baja en todos los indicadores.


(Foto: https://peru.as.com)


Ver también mis artículos anteriores: 

Perú en el espejo de la pandemia coronavirus 

Aquí termina Lima




Escrito por

Rodrigo Montoya Rojas

NAVEGAR RÍO ARRIBA


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