Después de la extraordinaria rebelión en Chile, iniciada hace un mes, el fin del tercer gobierno de Evo Morales ocupa el escenario político de América Latina. Ofrezco en este texto unas reflexiones que podrían ser útiles para entender el drama boliviano.
UNO. Visto de adelante hacia atrás, el drama boliviano comenzó con un grave error del Movimiento al Socialismo -MAS- y de Evo Morales. No se dieron cuenta de que participar en las elecciones presidenciales y parlamentarias tiene límites constitucionales precisos, tanto para la duración de los gobiernos como para la reelección una o más veces de los presidentes y congresistas. Fueron grandes victorias electorales de Evo en la primera vuelta de las tres primeras elecciones en 2005, 2009 y 2014, así como en la Asamblea Constituyente, que produjo la nueva y vigente Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia. Responsable de esos triunfos fue la fantástica coalición de fuerzas que el MAS logró, entre las que se encuentran los ayllus históricos victoriosos en tiempos de Túpac Amaru, Túpac Katari y Tomás Katari (1780), que hoy siguen siendo fuertes dos siglos después, las organizaciones indígenas, los sindicatos, la Central Obrera Boliviana, COB, la Central Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, CSUTCB (Ponchos Rojos), los maestros, estudiantes, mujeres, jóvenes y, en particular, a un entendimiento decisivo entre los movimientos políticos de El Alto, La Paz y del resto del país.
Si luego de los diez años de gobierno de Evo Morales, entre 2005 y 2014, el MAS hubiese presentado en 2015 a Álvaro García Linera como candidato a la presidencia y reservado a Evo para cinco años después, la victoria habría sido una excelente posibilidad. García Linera es un destacado sociólogo que formó parte de la guerrilla de Felipe Quispe, entonces uno de los principales dirigentes de la CSUTCB. Cayó preso en 1992 y salió en libertad siete años después. Luego, acompañó al MAS y a Evo hasta el vuelo de ambos al exilio en México. Evo prefirió ir a la tercera y cuarta reelección porque por razones suyas habría llegado a la conclusión de estar seguro de ser el candidato único, el caudillo único, el presidente único, y que detrás de él nadie tendría mérito alguno para reemplazarlo. Tal vez después sepamos que hubo voces para corregir ese gravísimo error. Lo menos que puede decirse es que se trata de una embriaguez producida por el uso y abuso del poder.
Un mínimo respeto a la Constitución, promovida y acordada por el propio MAS, y la sensatez elemental de una sólida formación política habrían sido suficientes para optar por no presentarse a esa cuarta reelección. Como en Perú, una triquiñuela de abogados reunidos en el Tribunal Constitucional boliviano lo autorizó a presentarse con el absurdo argumento de defender su “derecho humano” a ser reelegido. En Perú, Alberto Fujimori forzó a sus abogados a una “interpretación auténtica” para sostener sin escrúpulo alguno que tres elecciones eran igual a dos, porque la primera se hizo con la Constitución de 1979 y no con la de 1993. Seguros del apoyo popular, el MAS y Evo no oyeron, no vieron ni sintieron el desfiladero constitucional sin salida al que entraban. Cuando al día siguiente de las elecciones presidenciales del 20 de octubre, el Tribunal Electoral detuvo el recuento de votos luego de saber que era prácticamente imposible que Evo ganase con el 50% de los votos, y cuando se rindieron a la evidencia de que una segunda votación podría significar la victoria del candidato opositor Carlos Mesa, tomaron la decisión de presentar un resultado, obviamente fraguado, de una victoria con más del 50%.
Una mejor opción habría sido perder la segunda vuelta por 1 o 4 puntos, conservando la mayoría en el Congreso, y no correr el grave riesgo de dejar caer todo lo ganado. Por esa lamentable decisión, la mesa estaba servida para que los lobos del discurso de la democracia -derechistas, oficiales del ejército, policías, católicos y evangélicos en trabajo más religioso que político- saquen las garras, abran un proceso que condujo a Evo y a Álvaro al exilio, y encarguen el gobierno provisional a una señora que no representa prácticamente a nadie.
Dos. Un golpe, un golpe más, con un particular cuidado por el lenguaje. ¿Golpe sí o golpe no? Con la devaluación del lenguaje impuesta a pasos forzados por los ideólogos del capitalismo guerrero y victorioso de los últimos 30 años, la palabra golpe parece haber perdido su sentido clásico. Se acusa de golpista al presidente peruano Vizcarra por cerrar el Congreso, como parte de una lucha contra la corrupción gigante, llamar a elecciones y pasar el poder formal del Estado en 2021 a un nuevo presidente y otros congresistas. Caso único del mundo: un supuesto golpe de estado para dejar el poder y no seguir un minuto más del tiempo acordado por la Constitución. Por el contrario, los seguidores de Trump y Bolsonaro dentro y fuera de Bolivia creen que lo ocurrido en Bolivia no sería un golpe de estado porque las fuerzas armadas sólo “sugirieron” que Evo Morales “renuncie a la presidencia” “en defensa de la democracia”. El golpe está ahí como un elefante en la sala de una casa, lo único nuevo es que el ejército no salió a ocupar La Paz como decenas de veces en la historia. Lo que sí hizo con la complicidad de la policía fue dejar sin protección el palacio de gobierno y amenazar de muerte al presidente si no aceptaba la sugerencia de irse, y luego quemarle su casa, incendiar la del rector de la Universidad Nacional Mayor de San Andrés, destruir su biblioteca, y hacer lo propio con las viviendas de otros funcionarios del gobierno. Es plenamente visible el carácter eminentemente racista del golpe con la clara intención de buscar una revancha por todo lo que los pueblos indígenas ganaron en 14 años de gobierno del MAS y por todo lo que en ese tiempo perdieron las fracciones de la derecha boliviana.
Luego de la representación teatral de una pantomima democrática, la señora Jeanine Añez, autoproclamada presidenta de la república, sin jurar su cargo ante nadie, puso en marcha ante una asamblea sin quorum en La Paz al nuevo gobierno provisional, nombró ministros, y liberó de responsabilidad a los policías que mataron, matan y maten manifestantes en calles y carreteras. Desde Santa Cruz, los empresarios católicos como Camacho y las fuerzas evangélicas representadas por la señora Añez tratan de encontrar para ellos un lugar que ansiosamente esperan en la redistribución del poder.
El viejo racismo, nacido en el siglo XVI, luce renovado con la declarada felicidad por “el regreso de la Biblia” y “del dios cristiano católico y evangélico” para “volver a gobernar Bolivia”, defender el bien y atacar a los demonios que ponen en peligro la salud espiritual de sus hijos, familia, propiedad y orden. Fue notable ver el odio de quienes ordenaron quemar la Wifala, bandera que con los colores del arco iris del TAWANTINSUYO identifica hoy a las 14 naciones indígenas de Bolivia y que se ha convertido en símbolo de todos los pueblos indígenas de América Latina.
Por el carácter de su prédica, los evangélicos de hoy se parecen mucho a los católicos del siglo XVI. Luego de 500 años los católicos no saben aún cómo administrar el poder que les queda, siguen siendo un firme bastión de las fracciones de la derecha y no terminan de salir de su desconcierto por la aparición en la escena política de los rivales evangélicos y de la espiritualidad indígena, potencialmente rica, que prefiere no atacar a la iglesia pero sí ignorarla, como ocurre también en Ecuador y Perú.
TRES. Aparición del MAS y de Evo Morales como una nueva sorpresa boliviana en América Latina. Después de la revolución mexicana de 1911, la revolución boliviana de 1952, dirigida por Víctor Paz Estenssoro -”el mono”- fue una nueva sorpresa con la nacionalización de las minas, el arreglo de cuentas con los señores de horca y cuchillo de las haciendas, la desaparición del ejército, la autorización de colonizar las tierras aparentemente libres del oriente en Santa Cruz, pero que pertenecían a los pueblos indígenas bolivianos. Rápidamente, los logros de aquella revolución se perdieron como consecuencia de la debilidad política del Movimiento Nacionalista Revolucionario. El pacto militar campesino de 1968, el agotamiento sustancial de las minas, la caída del Che Guevara en 1967, la enorme corrupción militar con el narcotráfico y el asesinato de Marcelo Quiroga, el gran líder socialista boliviano, por el golpista general y narcotraficante García Meza, dejaron a Bolivia en una seria crisis política y económica.
Entre 1970 y 1990, surgió en el horizonte político el katarismo como expresión de una corriente indígena que reivindicó la figura de Túpac Katari y de Tomás Katari, los rebeldes bolivianos durante la revolución de Túpac Amaru de 1780, que permitió repensar la historia de Bolivia y situar a los pueblos indígenas como componentes decisivos del país. No fue posible una unidad política entre el clasismo defendido por la Central Obrera Boliviana y las organizaciones políticas marxistas y el etnicismo indígena de las corrientes kataristas, las que se desvanecieron en menos de 30 años.
Desde El Chapare, tierra cocalera del oriente, entre Cochabamba y Santa Cruz, llegó la sorpresa de los últimos 25 años. Hasta allí fue un joven campesino sin trabajo llamado Evo Morales para ganarse la vida cultivando la coca. Era fuerte, con un gran carisma, solidario y amante del fútbol. Rápidamente se convirtió en un líder de los productores de coca. Por eso fue elegido diputado. Con su habitual torpeza, la derecha boliviana lo envió a la cárcel acusándolo de narcotraficante y quitándole su condición de diputado. No era un narcotraficante, esa fue simplemente una calumnia política. Estando en la cárcel fue candidato a una senaduría y la ganó. Con un líder como él fue posible construir en pocos años un movimiento político que se convirtió en una alternativa política de primer orden para el país. El socialismo y los valores andinos fueron dos de los pilares que se reforzaron en las luchas por el agua en Cochabamba y del Alto de los años 2000 y 2003, las que obligaron al presidente Gonzalo Sánchez de Lozada a renunciar e irse a Estados Unidos.
En la campaña electoral de 2005, las fuerzas políticas más radicales de Bolivia reunidas en El Alto tuvieron un encuentro político con Evo Morales a quien le prometieron su voto masivo si se comprometía, luego de la victoria, a convocar a una Asamblea Constituyente, a aprobar una nueva Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia y a nacionalizar los hidrocarburos, para que el 82% de las ganancias producidas por el petróleo y el gas pase a manos del Estado y para que el 18% que recibía el Estado sea de las empresas multinacionales. Si como todos los otros grupos de izquierda en la historia de Bolivia no cumplía sus compromisos, los rebeldes de El Alto saldrían a las calles para echarlo del país, como hicieron antes con Sánchez de Lozada, el presidente dueño de minas y que hablaba el castellano con acento norteamericano. Luego de su gran victoria, Evo Morales y el MAS cumplieron la palabra empeñada. La Asamblea Constituyente acordó una nueva Constitución que reemplazó al viejo Estado nacional de Bolivia, creado en 1825, con el Estado Plurinacional de Bolivia, y se produjo lo que nadie esperaba: la inversión de las proporciones. El estado boliviano pasó del 18 al 82% y las empresas bajaron de 82 a 18%. En Lima, la derecha clamaba por esa injusticia y anunciaba la debacle económica de Bolivia porque estaba convencida de que las empresas multinacionales abandonarían el país. No se fueron, se conformaron con el 18%.
Por primera vez en la historia republicana, en la Asamblea Constituyente tuvieron presencia decisiva todos los pueblos indígenas de Bolivia. La juramentación de Evo Morales como presidente fue un acontecimiento en el monumento en Tiahuanaco, con una ofrenda a los Apus y a la Pachamama, con la bandera con la Wifala, ondeando en todo momento y con el pueblo bailando y cantando, viviendo la felicidad de un acto político inédito y con otra espiritualidad.
CUATRO. Cito a continuación, el preámbulo de la Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia, de 2005. Se trata de un ex todo políticamente original, rico y hermoso.
“En tiempos inmemoriales se erigieron montañas, se desplazaron ríos, se formaron lagos. Nuestra amazonia, nuestro chaco, nuestro altiplano y nuestros llanos y valles se cubrieron de verdores y flores. Poblamos esta sagrada Madre Tierra con rostros diferentes, y comprendimos desde entonces la pluralidad vigente de todas las cosas y nuestra diversidad como seres y culturas. Así conformamos nuestros pueblos, y jamás comprendimos el racismo hasta que lo sufrimos desde los funestos tiempos de la colonia. El pueblo boliviano, de composición plural, desde la profundidad de la historia, inspirado en las luchas del pasado, en la sublevación indígena anticolonial, en la independencia, en las luchas populares de liberación, en las marchas indígenas, sociales y sindicales, en las guerras del agua y de octubre, en las luchas por la tierra y territorio, y con la memoria de nuestros mártires, construimos un nuevo Estado. Un Estado basado en el respeto e igualdad entre todos, con principios de soberanía, dignidad, complementariedad, solidaridad, armonía y equidad en la distribución y redistribución del producto social, donde predomine la búsqueda del vivir bien; con respeto a la pluralidad económica, social, jurídica, política y cultural de los habitantes de esta tierra; en convivencia colectiva con acceso al agua, trabajo, educación, salud y vivienda para todos. Dejamos en el pasado el Estado colonial, republicano y neoliberal. Asumimos el reto histórico de construir colectivamente el Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, que integra y articula los propósitos de avanzar hacia una Bolivia democrática, productiva, portadora e inspiradora de la paz, comprometida con el desarrollo integral y con la libre determinación de los pueblos. Nosotros, mujeres y hombres, a través de la Asamblea Constituyente y con el poder originario del pueblo, manifestamos nuestro compromiso con la unidad e integridad del país. Cumpliendo el mandato de nuestros pueblos, con la fortaleza de nuestra Pachamama y gracias a Dios, refundamos Bolivia. Honor y gloria a los mártires de la gesta constituyente y liberadora, que han hecho posible esta nueva historia”.
Agrego un amargo recuerdo: la primera constitución de Bolivia fue redactada en Lima por Simón Bolívar. En su búsqueda de gloria, faltaba un país que llevase su nombre. Nunca vio los rostros de quienes vivían bajo esos cielos. Eran otros tiempos, es cierto, pero ya no volverán.
CINCO. Algunas conquistas que las derechas bolivianas y latinoamericanas quisieran olvidar. Nunca en la historia de Bolivia, gobierno alguno fue democráticamente elegido tres veces seguidas con 54, 64 y 61% de los votos. A diferencia de gran parte de los gobiernos de América Latina, las promesas electorales de Bolivia fueron cumplidas. Esa es una de las fuentes principales que explica su larga duración. Para el espanto de los economistas y medios de comunicación adictos a la política norteamericana, un gobierno indígena y popular fue capaz de conducir la economía por el sendero del crecimiento fundado no sólo en los buenos precios de las materias primas en el mercado mundial sino gracias a medidas redistributivas. Por primera vez también en la historia, la Asamblea Constituyente y el Congreso posterior tuvieron los mismos rostros que el país. Fue, sin duda, enorme la rabia de los q´aras pelados, bolivianos que se sienten europeos al ver a “la indiada”, sus indios de antes, gobernando el país que siempre fue de ellos. La palabra “indiada” contiene un racismo feroz. Fue grande la obra social del gobierno para atender a los más pobres sin haber logrado eliminar la pobreza, con salarios más altos, con la gasolina y el gas o precios realmente populares, con un teleférico que une a las ciudades de El Alto y La Paz y un largo etc. de obras menores. Quienes en Perú y América Latina juegan con las cifras oficiales de “reducción de la pobreza” guardan un silencio sepulcral cuando se trata de Bolivia. El huracán de corrupción derivado de la empresa brasileña Odebrecht parece no haber tocado a Evo Morales. No hay contra él una sola acusación de robo o enriquecimiento ilícito. Eso suena a un coro de ángeles si pensamos en los cinco últimos presidentes de Perú.
SEIS. Algunos de los errores mayores del MAS y de Evo. Más allá del desgaste producido inevitablemente en 14 años de gobierno continuo, conviene tomar en cuenta algunos de los graves errores políticos del gobierno. El primero fue la pérdida de apoyo de los pueblos indígenas del oriente boliviano como consecuencia de la gravísima responsabilidad de Evo Morales para autorizar la construcción de una carretera que parte en dos la reserva indígena del Tipnis. Con huelgas, paros, marchas, perseguidos, presos y muertos, los indígenas defendieron la integridad de sus bosques, obligaron a Morales a dar marcha atrás, pero pudo más la lealtad del presidente con los compromisos en beneficio de eso que llaman progreso y modernidad. El segundo habría sido el desencuentro con la Central Obrera Boliviana, una institución sindical de gran importancia. Lamentablemente no conozco los detalles de ese desencuentro, pero sí recuerdo bien que el dirigente de la COB Filemón Escobar fue un amigo muy cercano de Evo, y uno de los políticos que le ofreció un apoyo decisivo en su formación política. El tercero tiene que ver con las medidas tibias sobre los fundamentos propiamente capitalistas de la economía boliviana. El cuarto proviene de una crítica radical de Felipe Quispe. En una entrevista con él en 2003, me dijo en La Paz: “Tenga usted en consideración que en Bolivia los representantes indígenas somos dos: Evo y yo. Este es el tiempo de Evo, después vendrá mi tiempo”. Una vez aprobada la constitución, Felipe Quispe fue duro en criticar al MAS y a Evo por no haber tomado en cuenta la territorialidad indígena y haber reproducido simplemente la división del territorio propuesta por los españoles y seguida en tiempos de la República. Lo que estaría en juego en este punto sería reconocer la unidad territorial de la nación Kolla (aymara) que actualmente está dividida en cuatro fragmentos: boliviano, peruano, chileno y argentino, y en las respectivas unidades administrativas locales y regionales de sus Estados (departamentos, provincias, municipios, cantones, etc). El quinto es que el apoyo femenino al gobierno de Evo se debilitó mucho por el patriarcalismo del “Evo solterón y mujeriego”, aunque conserva parte de ese apoyo. Un sexto error que habría que tomar en cuenta son los casos de corrupción y abusos de poder señalados por la oposición.
SIETE. ¿Cuáles serán las próximas medidas del gobierno provisional?
Tratar de restaurar en Bolivia el viejo orden anterior al gobierno del MAS y de Evo Morales será una tarea muy difícil. Las derechas paceña y cruceña desearían acabar con la Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia lo más pronto que puedan, a los paceños q´aras les gustaría recuperar su perdida nación. Conviene tener presente que el pueblo de Bolivia es uno de los más politizados de América Latina. Su heroísmo para enfrentar a las dictaduras a pecho abierto, sin armas o solo con algunos viejos cartuchos de dinamita -de esos que quedan para seguir buscando algo de minerales en el Cerro Rico de Potosí y en otras minas- con escopetas y hondas, y su firme decisión para expulsar a las empresas que se apoderaron del agua en Cochabamba, la Llaqta, y en el Alto, y obligar al presidente Sánchez de Lozada, son recuerdos vivos y recientes en los últimos 20 años. Tampoco será fácil que el pueblo boliviano acepte que las empresas multinacionales vuelvan a disponer del 82% de la ganancia del petróleo y el gas y que el Estado vuelva a recibir solo el 18%. La facilidad que las empresas trasnacionales tuvieron en Brasil después de la caída de Lula para quitarle al estado brasileño su pleno derecho para explotar el petróleo del mar, podría no ser la misma en Bolivia.
Hasta este domingo se informó de 24 muertos, que van por cuenta de la presidenta provisional, y el número seguirá aumentando. Entretanto, los cocaleros de El Chapare acaban de dar un plazo a la señora presidenta provisional para que renuncie a su cargo. Los Ponchos Rojos, dirigentes aimaras, ya están en las calles y carreteras, diciendo a quienes quieren oírles: “la Wifala se respeta”, “el Estado plurinacional se respeta”, “las polleras de las que todos los hombres venimos se respetan”. Los rebeldes de El Alto bloquean a la La Paz, falta combustible y los pollos de Santa Cruz no llegan a los mercados de ambas ciudades. El desafío está planteado, del mismo modo que la incertidumbre sobre lo que viene.
Vuelvo en este punto sobre mi argumento en la primera sección de este artículo. Si en 14 años, el MAS y Evo Morales no se dieron cuenta de que participar en el juego de elecciones democráticas de acuerdo a las normas constitucionales cada cinco años no es un simple juego, la pregunta inevitable es ¿cuál será la reacción del pueblo boliviano? Los primeros indicios de una reacción para defender al gobierno de Evo Morales aparecen ya en el escenario político. Si el pueblo está dispuesto a una confrontación, con una huelga general y bloqueos de carreteras en todo el país, lo que aparece como posibilidad es la conversión del gobierno provisional en una dictadura militar y policial, al frente de un pueblo en resistencia políticamente activa. Si no fuera así, el MAS y Evo serían derrotados. Lo dramático de esa opción es que los pueblos indígenas de Bolivia y del continente perderían una vez más. Quedará la esperanza de la frase de Túpac Katari antes de ser ejecutado en 1781, difundida y repetida por el katarismo y los indígenas de hoy: "A mí solo me matarán… pero mañana volveré y seré millones".
OCHO. Vergüenza y perdón. La derecha peruana racista y antiindígena desde que nació con el amparo teológico, político y militar de Juan Ginés de Sepúlveda, el célebre doctor de la iglesia, y su libro Tratado sobre las justas causas en la guerra contra los indios, a mitad del siglo XVI, se siente feliz con la caída del gobierno de Evo Morales. Nunca en la historia de América un presidente como Evo Morales ha sido insultado tanto en Bolivia, como en Perú y Chile.
Por su parte, el gobierno del señor Vizcarra permitió que el avión mexicano aterrice y llene combustible en Lima, camino a Bolivia, pero cambió de caballo a mitad del río, y decidió que el vuelo de regreso no aterrice en Lima, aunque sí dio el permiso para que el avión pase por cielos peruanos rumbo a México. ¡Una vergüenza peruana más! Que el pueblo boliviano nos perdone. Como parte de esta mezquindad humana, el impresentable presidente ecuatoriano negó el permiso para que ese avión pase por su cielo. Bolivia, Perú y Ecuador, los tres países descendientes directos de la sociedad inca, seguimos divididos desde siempre. ¿Hasta cuándo?