Las tablas de Sarhua son crónicas y casi fotografías de lo que ocurre en la vida cotidiana de los habitantes de la Comunidad de Sarhua, en la provincia ayacuchana de Víctor Fajardo con siglos de historia. Se trata de un arte que fue creado para que cada pareja recién casada encuentre en dos vigas de su casa una breve historia contada sobre sus familias y sus ayllus o comunidades. Los dibujos presentan escenas ordenadas de un relato que guarda una memoria. Es una escritura de otro tipo y al verla y tratar de leerla aparece en escena don Huamán Poma de Ayala y su carta al Rey Nueva crónica y buen gobierno, de 1.800 páginas y 198 dibujos, contando una historia que sus cronistas oficiales no contaron y para aconsejarle que convierta a sus españoles en cristianos porque solo les interesa el oro, y que separe a los españoles de los llamados indios para que cada uno viva lejos de los otros. También le informó al rey que los verdaderos cristianos son los indios.  

Con el surgimiento de Sendero Luminoso y su propuesta de demoler el Estado y acabar con las comunidades campesinas a las que consideraban parte del Estado feudal, llegaron policías y soldados con el encargo de eliminar a todos los enemigos de la patria. Su razonamiento era muy simple “Ayacuchano, quechua, joven = terrorista = enemigo de la patria”, y acabarlos en una guerra sin heridos, sin cruz roja, ni corresponsales en los frentes. Miles de muertos aparecieron a orillas de los caminos. Senderistas y soldados competían para saber quién mataba más, y con cuánta ferocidad. 

Fueron los artistas los primeros en advertir el baño de sangre que inundaría el país. Para estupor del arzobispo de Ayacucho las andas en la semana santa, pasaron por un arreglo de flores en la Plaza de Armas que decía “El quinto: no matar”. Era la primera muestra del pensamiento crítico de los artistas. Vinieron después nuevas historias en los célebres “San Marcos” o retablos en los que aparecieron por primera vez los senderistas y los soldados, dejando atrás las escenas religiosas cristianas sobre un fondo apenas visible de Apus y Pacha Mama. Se oyeron también historias contadas en versos de waynos, yaravíes y carnavales. Finalmente, los cronistas de Sarhua dibujaron lo que vieron: la llegada de los senderistas y soldados del ejército, los abusos de unos y otros, la muerte y el dolor multiplicándose.

Los sarhuinos supieron guardar lo que podría llamarse crónicas de la confrontación entre Sendero y las fuerzas armadas y policiales. Como la vida nos da sorpresas, el Museo de Arte de Lima solicitó la tablas de Sarhua que estaban en Estados Unidos. Con un sano y limpio juicio, la directora Natalia Majluf considera esas tablas como una especie de fresco de historia reciente, como la voz dibujada, escrita y contada de un pueblo que no quiere olvidar lo ocurrido. En cada dibujo está fresca la memoria de lo que pasó y que no debe quedar en el olvido y en la impunidad.

Desde el poder, la Fiscalía, la Policía y el Congreso surgieron las voces de la ignorancia y la represión señalando que las tablas de Sarhua serían un ejemplo más de “apología del terrorismo”. No vieron lo que vieron, solo se guiaron por el encargo de perseguir todo lo que no es la verdad oficial que ellos defienden. Una simple mención a Sendero sería ya una apología. Las tablas solo muestran las miserias de los senderistas y de las fuerzas armadas y policiales.

¿Será posible que alguna vez haya un ministro del Interior, un general de cualquier arma y un congresista fujimorista, capaces de leer libros de historia y de antropología, y de tratar de entender el Perú? 

El exministro de Cultura Salvador del Solar defendió la absurda y reaccionaria tesis de presentar una memoria neutra en cada una de las exposiciones del LUM (Lugar de la Memoria). Ahora, los funcionarios del poder dan un paso más hacia atrás: ya no se trataría de presentar una memoria neutra más sino, simplemente, de eliminar esa memoria. Todo estaría bien si las tablas de Sarhua contasen solo historias amorosas de paisajes bonitos y animalitos tiernos. A la señora Cecilia Blume, una abogada que no tiene ni idea de los que es el mundo andino, se le habría ocurrido guardar, suspender las tablas para que en los próximos 30 años no se vuelva a oír voces de los artistas de Sarhua. No puede ser mayor su miedo al pensamiento crítico del mundo que ella defiende.


(Tabla de cabecera: "Captura - Camarada Gonzalo")