En 1966, mis hermanos Luis y Edwin me enviaron un precioso regalo a Paris: el primer disco (“long play”) Raúl García Zárate, que tiene una foto de un anda en las procesiones de la semana santa de Huamanga. Quedé conmovido y enternecido por la dulzura de esa guitarra, conocía los versos en quechua de muchas de sus canciones. Cuando escuchaba una y otra vez esa guitarra preciosa, tuve en mi habitación de la ciudad universitaria de Paris una visita inesperada: un estudiante del Conservatorio de música, que pasaba debajo de mi ventana, subió para decirme que acababa de oír la música de una guitarra que era maravillosa. Me preguntó por el país y el intérprete. Le presté el disco. Me sentí feliz de saber que nuestra música andina tenía el encanto de conmover a personas que nada sabían del Perú, de los Andes y de Raúl García. El orgullo que sentí de ser ayacuchano, lucanino-puquiano-ayacuchano se mezcló con una alegría interior muy grande.

Luego de una larga vida llena de trabajo y de realizaciones para engrandecer la música peruana, Raúl no tendrá más una guitarra en sus manos, ni cantará. Acabamos de despedirlo, con guitarras, mandolinas, arpas, violines, charangos, flores y voces. Compartimos todas y todos una pena empequeñecida por el orgullo de saber que partió con una sencilla sonrisa, fruto de su deber cumplido.

En el corto e intenso tiempo de la despedida, presento en este homenaje algunas de mis razones para agradecer al maestro, y fundar nuestro futuro recuerdo.

1. Su Calidad de guitarrista intérprete y su talento desde el amor y el respeto para tocar y recrear la música que aprendió en sus años de formación en Huamanga. En muy poco tiempo, a través de decenas de discos, y centenares de conciertos y recitales, RGZ se convirtió en un gran Embajador de la guitarra huamanguina en Perú y de la guitarra peruana en el mundo.

En su saber musical se encuentra la matriz andina de música, común a los Andes del norte argentino, de Bolivia y Ecuador. Debo a mi querido hermano Luis, recientemente fallecido, una prueba particular de lo que digo. Grabó para su simple placer momentos de los discos de Atahualpa Yupanqui el gran guitarrista y poeta argentino y otros de RGZ. Presentaba a sus amigos la música de Don Ata y les preguntaba si sabían quién era el intérprete. Todos respondían: es TGZ. La aparente confusión tenía pleno sentido porque ambos, sin haberse conocido, tenían la misma matriz de música con sus respectivas diferencias, nacionales, regionales y personales. Tiempo después, ambos tuvieron un primer encuentro en Paris y se sintieron hermanos como nos pasa a quienes sentimos la música del norte argentino como nuestra.

2. Su decisiva contribución para tomar la música andina en serio, por su propio valor y más allá de la limeña costumbre de mirar a los artistas de las culturas indígena y populares por encima del hombro y ese españolísimo modo de ningunear a quienes no fueron ni son como ellos. Del mismo modo que en viejos tiempos del valse peruano subió de casas y bares del pueblo a “palacios biselados”, su guitarra llegó a ocupar un espacio en las casas de peruanas y peruanos de todas las clases sociales, como si se tratara de un torito de Pucará, aquella linda pieza de cerámica que Alicia Bustamante recogió en Santiago de Pupuja y presentó en su Peña Pancho Fierro.

3. Su segunda voz realzando la primera de su Hermano Nery, el pajarillo de Huamanga en las canciones propiamente huamanguinas, con sus poéticos versos en el quechua señorial de hacendados, subprefectos, maestros, comerciantes, con su antigua costumbre de combinar el castellano y el quechua, para expresar sus sentimientos y su humor.

4. Su respeto por la música de Huamanga y su consciente decisión de no cambiarla para mejorarla, modernizarla ni estilizarla. Con el dominio de la música que tenía estaba en condiciones de corregir sus errores y darle los ajustes técnicos para que brille más. Siguiendo el ejemplo de Arguedas, junto con Jaime Guardia, fue uno de los dos grandes defensores de folklore tal como aparece en los pueblos. Cómo no recordar aquí los certeros argumentos de Arguedas para descalificar a Imac Súmac y a Moisés Vivanco, que se presentaban como representantes de la música y el canto popular andino luego de haber inventado el canto de coloratura que se ajustaba a la altísima voz de ella. Fue notable su respeto por todos los públicos que oían sus recitales. Por otro lado, es pertinente señalar que nunca vi a RGZ actuando con unas o muchas copas, como es lamentablemente frecuente entre artistas andinos, lo que confirma su seriedad y respeto por su trabajo y por el público.

5. Su capacidad para disfrutar de la música peruana e internacional más allá de su formación huamanguina. Grabó valses y canciones de otros países.

6. Su sencillez: en más de 50 años de trayectoria, RGZ fue siempre el mismo. Lo nuevo de su aparición fue un frac elegante en sus recitales y conciertos, como pequeño recurso para buscar el pleno reconocimiento en el mundo de la llamada “alta cultura” y, también, estar siempre vestido de terno y corbata, hábito derivado probablemente de sus primeros pasos como abogado en el Ministerio de trabajo, antes de dejarlo todo por la música y su guitarra. Viene a mi memoria, el amigo Alfonso Barrantes, “frejolito”, de terno y corbata en todas partes.

7. Su ejemplo para decenas de guitarristas en y fuera de Ayacucho, también Japón, que siguen sus huellas y mientras escribo ese texto estarán tocando los waynos Kuka kintucha y Adiós pueblo de Ayacucho porque a RGZ se le acabó la vida y no podrá volver a su tierra, como deseamos todos los andinos mientras nos queda algo de vida y de esperanza.

Cuando se va un artista grande como él, quienes disfrutamos de su música y canto -hasta las lágrimas como en toda la tradición ayacuchana y no solo huamanguina- tenemos el deber de decirle: gracias, maestro-hermano-amigo. Tuvimos muchas jaranas y largas conversaciones, nos vimos también en Paris y México, junto con nuestros Yuyas (teatristas de Yuyachkani). En una de nuestras muchas conversaciones, como si se tratase de confiar un secreto, me contó que los versos quechuas del wayno Micchinay Urqupi - pastora, mi amor en las punas-, el que más me conmueve de nuestra canción huamanguina y ayacuchana, fueron del padre Navarro del Águila, uno de muchos curas enamorados de nuestros pueblos, y que la música fue de don Telésforo Felices, el trovador huamanguino que recorrió con su guitarra todas las provincias de Ayacucho, Huancavelica y parte de Apurímac y Arequipa.

No resisto la tentación de contar un especial encuentro con RGZ en Paris Ginebra, en junio o julio de 1982. En una gira por Europa él pasó por Paris. Le propuse que si no conocía Ginebra, viniera a mi casa. Anita y mis hijas Huayta y Urpi ya estaban en Lima y a mí me quedaban dos o tres semanas de trabajo. Para convencerlo, le dije en quechua que solo debía pagar su pasaje de Paris a Ginebra y que tendría casa y comida, que yo cocinaría para él a cambio de oír su guitarra y cantar juntos. Se trataba de un ayni, como manda el principio de reciprocidad de nuestra cultura andina. Dijo que sí. Tres días después, lo recibí en la estación del tren de Ginebra. Además de su terno, corbata y guitarra, lucía un impermeable beige nuevo por eso de la lluvia. Mi alegría fue muy grande e imborrable el recuerdo de aquel encuentro, compartido también con amigos del mundo académico y de la música.

La ocasión es propicia también para que yo le diga a Raúl García Zárate: hermano, siento mucho que en los últimos años nos alejamos sin que mediara resentimiento alguno entre nosotros. Las vidas nos llevan por caminos distintos y los problemas de salud nos dejan solos. Me es indispensable su perdón por esta falta mía. (Me ocurrió también lo mismo con Chalena Vázquez, dejamos de vernos, no nos vimos ni pudimos despedirnos). Cuando esté en condiciones de volver a cantar, tengo certeza que sentiré su hondo abrazo a través del yaraví (Cuando va muriendo el día/ y va ocultándose el sol/ no has visto cómo se agranda/ la sombra de una colina …), y de aquel araskaska-carnaval precioso “Qakullana ripukusun/ waytallay rusasllay/ mana pita piñachispa/, waytallay russasllay/ chikckillay, parallay”- Vayámonos ya, juntos/, mi flor, mi rosa, sin molestar a nadie, mi flor, mi rosa, granizo, lluvia”.


(Foto de portada: RPP)